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Exposiciones

Las flores que crecen en el abismo que soy: arte y disidencia

Una muestra que repiensa la memoria colectiva y reivindica futuras formas más flexibles de ver y habitar el mundo.

La rebelión consiste en mirar una rosa hasta pulverizarse los ojos, Ali Arévalo. Obra guanyadora de la convocatòria Miquel Casablancas 2025
Las flores que crecen en el abismo que soy: arte y disidencia
bonart barcelona - 17/06/25

Sant Andreu Contemporani presenta una nueva edición de las obras finalistas de la convocatoria Miquel Casablancas , una plataforma de encuentro para prácticas artísticas que cuestionan los límites de lo que se considera normativo. Con el título Las flores que crecen en el abismo que soy, la muestra, que permanecerá abierta hasta el 20 de julio, reúne once propuestas que tienen la complejidad y la disidencia como principal impulso creativo, compartiendo una mirada crítica y experimental que trasciende el simple ámbito competitivo.

Hace siglos que el arte advirtió de que cuando la razón se duerme, nacen los monstruos. Si antes éstos parecían fáciles de identificar en los rostros de la política global, hoy se esconden en la misma sociedad, disfrazados de sentido común y libertad. En este escenario ambiguo, se diluye la frontera entre democracia y autoritarismo, abriendo paso a un régimen que ya ha sido calificado de «neofeudalista».

Algunas de las obras expuestas recogen esta reflexión desde muy diversas ópticas. Lucas Selezio de Souza , en Sin título, de la serie Plus ultra, revisita la cartografía colonial a través del bordado, denunciando cómo el discurso de la civilización proyectó la figura del monstruo hacia el corazón mismo de los sistemas de poder. Usama Mossa, con Home de Barro / الطین رجل , parte de su propia historia familiar para abordar la violencia persistente contra el pueblo palestino y el desarraigo como experiencia compartida.

Las flores que crecen en el abismo que soy: arte y disidencia Las hijas de Minerva, Laura San Segundo i Alejandría Cinque.

La monstruosidad se convierte, en muchas propuestas, en una forma de resistencia. Miguel Rubio Tapia lo utiliza para denunciar la manipulación histórica en torno al guanche en Canarias, mientras que Daniel Cao explora el biofuturismo en VINADER: SONIDOS BIOLÓGICOS, una narración que fusiona ciencia ficción y especulación sobre vida extraterrestre. Por otro lado, Laura San Segundo y Alejandría Cinque intervienen simbólicamente espacios masculinizados -como los salones de billar- en Las hijas de Minerva, donde resignifican la figura de la diosa para cuestionar los lugares pensados para la sociabilidad masculina. En una línea distinta, Jorge Isla presenta Fotosíntesis, una pieza en la que los agujeros aparecen sobre un cuerpo tecnológico que denuncia el impacto de la acción humana sobre la naturaleza.

El cuerpo desempeña un papel central, como espacio de conflicto, construcción y supervivencia. Txe roimeser lo aborda desde una perspectiva tanto autobiográfica como colectiva a abrazar con las camas –antes, durante y después de la anestesia total–, una instalación que documenta un proceso de transformación física y emocional. Paula Vilageliu Porlein , por su parte, se centra en la dimensión afectiva del contacto en Abrazo y dejo un _, donde vacíos y formas se despliegan a partir del tacto.

Las flores que crecen en el abismo que soy: arte y disidencia Les flors que creixen en l’abisme que soc a Sant Andreu Contemporani.

Otras propuestas exploran la hibridación como respuesta al orden establecido. Maya Pita-Romero lo hace en Una lengua cansada, imaginando cuerpos entre lo vegetal y lo humano, marcados por cicatrices e identidades fragmentadas, de los que nace un lenguaje tan artificial como el arte o la cultura. Victoria Maldonado transforma lo grotesco en una estética propia en Folclore de ultratumba, donde la piel se desfigura para crear nuevos modos de habitar. Por último, Ali Arévalo presenta La rebelión consiste en mirar una rosa hasta pulverizarse los ojos, donde los cuerpos blandos y no binarios se convierten en espacios de placer disidente y vulnerabilidad, en una revuelta que se reinventa en cada pétalo, en medio del abismo que representa la misma carne.

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