Ayer sábado 14 de junio a las 12 h asistí a la galería Chiquita Room, recientemente premiada por los premios GAC a la mejor programación anual, a una celebración que durará tres días. Se celebra el 30 aniversario de la instalación Borde de río, de Isabel Banal. Ese mismo día 14 de junio de hace treinta años, en 1995, se presentó la instalación en su primera exposición individual en la galería Àngels de la Mota, en la calle Goya de Barcelona. Algunos de los elementos más significativos del trabajo de Isabel ya están presentes en Borde de río y han continuado siendo una constante, lo que da vigencia y total coherencia a su larga trayectoria.
Me fascina en el arte tanto las obras que perseveran en la identidad, la repetición como aquellas que sólo encuentran sentido en la diferencia, la movilidad, el cambio y la búsqueda constante. Me reconforta pasear por el hilo de la navaja entre la identidad y la diferencia. En el primer caso se encuentra Isabel Banal. Tanto en el stand de Arco 25 de la misma galería y ahora con esta instalación se puede verificar el valor de la persistencia. Sobre todo el problema de la escalera, de las proporciones entre mínimos. Es obvio que estas cuestiones se encuentran ya en Vera de Río esta obra de hace treinta años.
© Pauline Köhlen
Ciertamente, hace treinta años también que se empezó a utilizar el término: citación, homenaje, apropiación cuando un artista partía de una recreación o repetición de una obra. El tema del “re-enactment” se iniciaba en aquella época al introducirse en la discusión teórica entre imitación, copia y original. Esta relativización de la originalidad llevó a la máxima perversión que es la copia como estrategia legitima del artista. Lo sabemos algunos de los que azarosamente coincidimos en la galería: Gloria Picazo, Vicki Combalia, Assumpta Bassas y yo mismo que, dicho de paso, y sin quererlo, nos convertimos en testigos de esos años. Todos vivimos muy cerca el nacimiento de la máxima perversión posmoderna, ese preciso momento en el que nació la disolución de la frontera entre verdad y mentira, con las consecuencias que ahora conocemos y que afecta a todos los ámbitos.
En este caso no es así, porque lo que hace Isabel, al reproducir de manera idéntica su propia obra es que no la cuestiona, no la revisita, no cambia el contexto de la obra original, así nos recuerda que las obras de arte, como las verdaderas palabras, auténticas pasan la frontera del tiempo y las podemos recordar o repetir con total legitimidad a lo largo de treinta.
© Pauline Köhlen