Aureli Ruiz ha presentado en el Centro de Arte Tecla Sala una performance como finissage de la exposición llamada El Cultivo de sí . La crónica ya se ha hecho en la revista Bonart tanto en digital como en papel.
Yo aquí quiero centrarme en la performance de clausura de la exposición realizada en el espacio “Observatorio” comisariado, magníficamente por Teresa Blanch, que la presentó como Performance Eco-somática del lugar.
Asistí con mucho interés porque intuía que su acción sería concordante con mi consideración del arte como transformación, lo que he escrito en otras ocasiones, y en un libro con ese mismo nombre. La concordancia inicial con Aurelio, viene dada por el hecho de que estoy proponiendo un arte que favorezca “El cuidado de sí” y para conseguirlo deben ponerse las semillas en el terreno fértil, bien abonado para el “cultivo”.

El cultivo de si es la base de la filosofía práctica, los ejercicios y las proposiciones de los grandes filósofos de la antigüedad estudiados en profundidad por Michel Foucault en el magnífico libro “Hermenéutica del sujeto” o como Epicuro, Séneca, Epicteto, Lucrecio, Demócrito y todos aquellos que nos han propuesto consejos para saber. Pero, la urgencia del tema, ha llegado al arte contemporáneo y la necesidad ha hecho que además de Foucault, otros dos filósofos coetáneos se hayan convertido en referencia por Aureli Ruiz, y acompañan su trabajo y esta performance, me refiero a Peter Sloterdijck y Marie Bardet.
En el caso del filósofo alemán Sloterdijck palabras como: cambiar tu vida, auto entrenamiento, el esfuerzo de ejercicios físicos, artísticos o intelectuales por superarse y encontrar la misma naturaleza, todo va orientado a un auto ejercicio que modele el individuo y la sociedad, favoreciendo un arte por el encuentro del origen y el buen cultivo de sí.
Por este reto es fundamental la "Sofía" del cuerpo, y es aquí donde aparece la filósofa y danzante canadiense Marie Bardet, citada por el artista y la comisaría, que nos propone la conexión entre el tacto, la percepción y el cuerpo. Esta háptica somática tiene muchas derivadas, una de ellas es que el cuerpo, la piel almacena y expresa algunas experiencias emocionales que se liberan a través del movimiento. Éste es un tema principal que el poeta y maestro del movimiento corporal Raimon Ávila trató en su libro Moure i Commoure del 2011.

Aureli Ruiz ha hecho del tacto y la mirada el eje que domina toda la exposición y la performance en particular. Muy especialmente la espalda como depositaria de una obsesión particular del artista, imágenes que colecciona desde hace tiempo. Ésta es una significativa coincidencia con el pensamiento de Marie Bardet cuando dice que la experiencia de “dorsalizar” y de perder la frontalidad de la mirada ofrece una alternativa al imperativo dominante. Es una manera de dar la espalda a lo que rechazamos, al “dorsalizar” damos énfasis en sentir y aprender por la espalda, que es la parte invisibilizada, la cara oculta de uno mismo.
En la performance, el imaginario del espectador veía las paredes intervenidas con palitos de carboncillo fino pegados con pintura de oro como una especie de acupuntura espacial, las paredes convertidas ahora en la espalda de un cuerpo imaginario.
La propuesta de Aureli Ruiz es valiente porque nos ofrece soluciones útiles en una era dominada por la crisis escéptica, la diversidad, la dispersión y la hiperinformación de los dominios digitales, una época que no suele aceptar consejos ni manifiestos. Es muy valiente por parte del artista, ya que podría caer en la blanda simplicidad del arte terapéutico, plantear la necesidad de encontrar remedios para ir desde la inquietud y el desasosiego hacia el reposo, de la ansiedad a la calma.
Para ello, Aureli nos propone ejercicios de pura meditación y concentración en el seno interior. Un arte transformador que favorezca el encuentro con la fuerza del origen y el buen cuidado de sí. La razón intelectual, cuyo conceptualismo es un buen conocedor, mantiene un sutil equilibrio con la forma y se convierte en contemplación, no sólo contemplación estética, sino un mirar las cosas en el pequeño detalle y tal y como son. Obliga al mirador a fijarse en sus microdibujos, percibir la presencia del mundo, por completo, del yo que favorezca la plena atención.
Esta performance Eco-somática del lugar y el cultivo de si es una propuesta artística con un claro deseo de renovación del sentido del arte tal y como la entendemos hasta ahora, nos permite tomar el hilo de quienes somos y augura un nuevo estado de todo, del cuerpo y de la conciencia, del yo y el nosotros.