Pocos sentimientos tienen una potencialidad transformadora tan marcada como su amistad. La historia del Museo de Ceret es una demostración palpable de este hecho, y esto es lo que se reivindica desde la exposición 75 años de amistad, los artistas y el museo. Jean-Roch Dumont Saint Priest, director conservador del Museo de Arte Moderno de Ceret, junto con Aude Marchand, como comisaria asociada y responsable de la colección, han querido celebrar el 75 aniversario del museo con una muestra para la que han seleccionado más de sesenta obras y documentos escogidos entre los 3.162 que tiene el fondo, con el fondo.

Estructurada en tres grandes ámbitos, la exposición comienza mostrando un conjunto de piezas representativas de las donaciones conseguidas por el primer director del museo, el artista Pierre Brune. Se trata de obras escogidas entre las que Henry Matisse y Pablo Picasso dieron al museo en aquellos años fundacionales, ya su lado se exponen otros de August Herbin, Marc Chagall, Valentine Prax, paisajes de Manolo, Albert Marquet, Kremegme y Potzno Glicka y también piezas de aire abstracto firmadas por Jean-Paul Riopelle y Christine Boumeester. Este primer tramo termina con obras de los artistas que sucedieron Brune en la dirección del museo: Frank Burty Haviland, Honoré Marius Berard, Marc Janson.
Representativas de la segunda etapa del museo, caracterizada por el hecho de organizar grandes exposiciones, se ha escogido un conjunto de piezas entre las que destaca la presencia de artistas catalanes como Joan Miró y Antoni Tàpies y otros arraigados en el sur de Francia como Dominique Gauthier y Anne-Marie Pêcheur. La pieza Pointed Kiss, de Dominique Labauvie, que nos impacta por el equilibrio entre potencia y fragilidad que desprende, y la instalación Du simple o double, de Toni Grand, compuesta por diecisiete cilindros de poliéster, fibra de vidrio y resina, justifican, por sí solas, la visita.
El tercer ámbito de la exposición nos permite hacernos una idea del compromiso del museo con el arte contemporáneo de Cataluña y del sur de Francia: una pieza de Tom Carr en la que el paisaje del entorno de Ceret se recompone mediante un juego de espejos; la Avión Ceret , de Josep Riera Aragó, cargada de simbolismo y representativa de su juego irónico en torno a máquinas desprovistas de función; el collage de gran formato de Christian Bonnefoi, que oscila entre pintura, dibujo y collage , y la instalación Pharmacie Fischer, de Hervé Fischer, son propuestas valientes que conviven con las esculturas de Alain Clement y la pieza Souira nº 2, de Najia Mehadji, que nos permiten hacernos las años.