Cadaqués, epicentro de artistas, se confirma una vez más como escenario privilegiado con la muestra colectiva Sadomasoqués , comisariada por Vicenç Altaió en la Galería Cadaqués. La propuesta reivindica la relación intensa del arte con la villa: un disfrute inevitablemente marcado por el sufrimiento, fruto del aislamiento geográfico y, al mismo tiempo, del hechizo irresistible del lugar.
La luz inconfundible del Cabo de Creus, la impronta imborrable de artistas e intelectuales icónicos, y la vitalidad de una comunidad que ha sabido mantenerse activa más allá del paso del tiempo, han convertido a Cadaqués en una auténtica capital cultural. Un espacio donde la memoria y la creación contemporánea dialogan constantemente, haciendo de la villa un territorio único en el mapa del arte internacional.
Sadomasoqués abre sus puertas el 28 de agosto e invita a adentrarse en su universo hasta el 28 de septiembre. La muestra reúne obras de más de cincuenta artistas y nace a partir de una idea de Antoni Muntadas, tejiendo un diálogo entre memoria, territorio y creatividad compartida. La muestra convoca tanto a artistas locales como internacionales, capaces de darles respuesta porque, de una u otra forma, han vivido o han permanecido en Cadaqués —sea de forma prolongada, temporal o incluso accidental—.
En 1974, la Galería Cadaqués se convirtió en un plató improvisado gracias a Antoni Muntadas, que desplegó un proyecto insólito y pionero: Cadaqués Canal Local , donde la iniciativa consistía en la creación de un canal de televisión efímero, hecho desde el mismo pueblo y dirigido a sus habitantes. Entrevistas a pescadores y vecinos se retransmitían en televisores distribuidos en espacios emblemáticos de la villa —Marítimo, Casino u otros bares—, convirtiendo el arte en una experiencia compartida y cotidiana.

Obra de Serafín Álvarez en Sadomasoqués.
La obra combinaba un vídeo monocanal en color, de aproximadamente 120 minutos en sonido, con reprografías de textos, documentos y fotografías, que completaban un punto de información sobre la vida local. Con esta instalación, Muntadas no sólo experimentaba con el lenguaje del videoarte, entonces todavía incipiente, sino que ponía en cuestión la forma en que se construyen las narrativas colectivas y cómo se puede dar voz a una comunidad desde su propio espacio.
Tomando el hilo de ese recorrido iniciado hace décadas, la Galería Cadaqués abre hoy un nuevo capítulo que interroga la identidad psicofísica del lugar. Los personajes que entonces eran testigos y vecinos, ahora se convierten en artistas y creadores que, con sus miradas, han ido tejiendo una constelación que forma parte indisociable de la historia del arte de nuestro país. La galería se convierte así en un espacio de tráfico y metamorfosis donde la luz, la memoria y la materia del territorio se despliegan en múltiples lenguajes. Pintura, instalación, fotografía, vídeo o experimentación conceptual se dan la mano en una polifonía de formatos y voces.
De esta pléyade sobresalen nombres como Antoni Abad, Laia Abril, Serafín Álvarez, Jordi Benito, Vicente Altaió, Frederic Amat, Joan Fontcuberta, Robert Llimós, Francesca Llopis, Antoni Muntadas, Jordi Pagès, Antoni Miralda, Pedro Noguera, Albert Serra o Rosa Tharrats . Cada uno aporta un gesto, un fragmento, una luz que, en su conjunto, construyen un retrato coral y cambiante de Cadaqués: una villa que es a la vez origen, espejo y horizonte creativo.
Todos estos artistas se encuentran unidos y arraigados en Cadaqués, un territorio que no sólo los ha acogido sino que ha impregnado profundamente su lenguaje y su forma de entender el arte. Su obra, en constante diálogo con la luz, la geografía y el espíritu del pueblo, se inscribe también en la continuidad de aquellos nombres primordiales que han dejado una huella universal: Pablo Picasso, Salvador Dalí, Marcel Duchamp o Richard Hamilton. Es en este cruce, entre la memoria histórica y la creación contemporánea, que Cadaqués se convierte en un espacio privilegiado de reflexión y experimentación artística.
La memoria, como hilo invisible, nos devuelve a momentos y obras que han marcado la vida cultural de la galería y del pueblo. Es, por ejemplo, reencontrarse con la pieza de Jordi Benito colgada en la sala y dejarse transportar hacia el recuerdo de El piano suspendido en una cruz. Opus Hg , una pieza creada en 2005 y que comparte resonancias temporales con la exposición Sadomasqués . Aquella obra, tan radical como poética, condensaba el espíritu de un tiempo y de un lugar en el que la transgresión y la belleza se encontraban en equilibrio tenso.

Obra de Jordi Benito en Sadomasoqués.
Cadaqués, pues, no es sólo el escenario donde se exhiben estas creaciones, sino el elemento vital que las conecta, inspira y hace perdurar en la memoria colectiva. Un lugar en el que las obras dialogan con el pasado y el presente, y donde cada pieza es también un viaje interior hacia la identidad del territorio y sus ecos artísticos.
Ahora bien, el protagonismo recae en Sadomasoqués , exposición comisariada por Vicenç Altaió, que se detiene precisamente en su título para desplegar un juego de significados. El término, explica Altaió, ensaya de definir la idiosincrasia de Cadaqués a partir de la obra literaria de dos escritores convertidos en arquetipos —el marqués de Sade y Sacher-Masoch—, a los que se añade el sufijo “quers”, que remite a la piedra, elemento fundacional del paisaje del Cabo de Creus.
De esta fusión lingüística nace un concepto que, lejos de reducirse a la alusión al placer psicoafectivo o físico-químico del cuerpo personal y social, abre un abanico de lecturas e interpretaciones. Las obras reunidas en la muestra dialogan con lo que el título no dice: sugieren analogías, despiertan recelos, ofrecen certezas parciales o simplemente multiplican las preguntas. El valor conceptual y analítico se transforma así en imágenes que piensan, en miradas que expanden el sentido del territorio y de su tradición artística.