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Opinión

La lista de personas menos poderosas en el mundo del arte

Jumana Manna, Foragers, 2022, fotograma. Cortesia de l’artista.
La lista de personas menos poderosas en el mundo del arte

Al final de cada año, surgen listas como “Los más poderosos en el mundo del arte”, consumidas ávidamente por aquellos que van en busca de opiniones “expertas” sobre la influencia en el sector. Como contraposición a esta narrativa excluyente, quisiera reflexionar sobre “Las personas con menos poder en el mundo del arte”. En un momento en que la discriminación estructural y el racismo dominan el discurso global, resulta preocupante la indiferencia de la esfera artística para abordar la limpieza étnica y el genocidio que Gaza sufre bajo un estado de apartheid, pese a la documentación de los palestinos en las redes sociales y organizaciones de derechos humanos.

Basada en su experiencia personal, la artista Jumana Manna explora la ocupación de Palestina desde varios ángulos. En su filme del 2022, Foragers (Recolectores), a través de las protagonistas —el akkoub y el za'atar, plantas autóctonas de los campos palestinos— Manna revela cómo las autoridades israelíes han prohibido la recolección de estas plantas esenciales para la supervivencia palestina, cuya comercialización.

La lista de personas menos poderosas en el mundo del arte Jumana Manna, Foragers, 2022, fotograma. Cortesia de l’artista.

La lente de Manna nos transporta a los hogares palestinos donde se preparan ensaladas de Akkoub, y nos invita a conocer las vidas de quienes recolectan estas plantas, a pesar de la persecución policial y judicial. Su obra borra la línea entre ficción y documental, trazando un mapa de gestos que desafían las fronteras culturales y la hegemonía de la propiedad de la tierra impuestas por el conflicto. Sin embargo, Manna no sólo critica la violencia en Palestina, sino también la complicidad del arte en silenciar voces, incluida la suya propia. Trabajadores culturales en Europa y EE.UU. que apoyan la causa palestina han sido atacados, difamados, despedidos o excluidos, lo que Manna describe como “un embargo no declarado a la empatía hacia Palestina”.

Criada en Jerusalén, Manna vivió la división racializada de su juventud, y su paso por la Academia de Arte Bezalel aumentó la comprensión de esa realidad opresiva. En sus palabras, “si la solidaridad con la lucha palestina es el límite del pluralismo autoproclamado, también es el punto de inflexión para desmantelar este statu quo racista”. Ella es un ejemplo de resistencia, criticando a las fuerzas culturales que limitan la identidad en el contexto del empleo y planteando preguntas sobre la hegemonía, la complicidad y el papel del artista que se enfrenta al poder, especialmente cuando el arte silencia voces marginadas.

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