Este es el título del documental de Albert Serra sobre Antoni Tàpies encargado por la Fundació – Museu Tàpies, todo me hacía predecir un desastre. de mis admirados artistas.
Fui a la Filmoteca con la intuición de que era imposible que un daliniano confeso como Albert Serra pudiera hacer algo interesante sobre Tàpies. Es sólo un ejemplo de la gran pasión de Serra por Dalí. La misma cantidad de desprecio que Tàpies tenía hacia el genio de Figueres, tal y como nos lo recordaba Arnau Puig diciendo que cuando Tàpies escribió El arte contra la estética y también en La práctica del arte hacía un alegato contra el arte figurativo y otras derivas. regresiva. Esta animadversión cogió la imagen de un sueño que narra Santos Torroella.
“Una noche de septiembre del año 87 en Cadaqués, después de la tertulia en el Bar Boia, Rafael Santos Torroella tiene un sueño maravilloso: es informado de la agonía de Salvador Dalí y emprende el viaje para asistir a su muerte en compañía de Antoni Tàpies. cerca de un terreno cubierto de malas hierbas. Abandonan el transporte y toman allí donde Dalí sufre su calvario.
Debo reconocer la honestidad del Leopardo al advertir en el mismo título que devoraría a su víctima.
“Así ocurre también con la fe: si no se demuestra con las obras, la fe sola está muerta”.
Más extensamente dice:
¿De qué servirá, hermanos míos, que alguien diga que tiene fe si no lo demuestra con las obras? ¿Puede salvarle, tal vez, esta fe? Si un hermano o una hermana no tienen vestidos y les falta el alimento de cada día, y alguien de vosotros les dice: «Váyanse en paz, abríganse bien y alimentenos», pero no les da lo que su cuerpo necesita, ¿de qué servirán estas fe?
El desinterés, la poca fe en la figura y en la obra de Antoni Tàpies se corroboraba por la baja calidad de la película. percepción léxico-mental que rompía cualquier clima. Por si hubiera alguna duda, lo remató Albert Serra con sus comentarios post visionado con expresiones sobre Antoni Tàpies que me ruboriza repetir.
¿Cómo hacer una buena obra viva sin fe?
Sólo conozco a dos personas capaces de tener fe en Dalí y en Tàpies a la vez y no parecer locos: una es Vicenç Altaió y la otra soy yo. traición me gusta, pero odio al traidor”).