Conxa Sisquella (Centelles, 1920 – Barcelona, 1996) fue una artista que, a través del color y de los materiales, supo construir una voz propia dentro del panorama artístico catalán. La muestra que acoge actualmente la Fundación Felícia Fuster, fruto de la colaboración con la Fundación Fornells-Pla y Conxa Sisquella, propone revisar el recorrido de dos creadoras que, a pesar de ser coetáneas y compartir ciertos intereses formales como la abstracción, siguieron trayectorias muy distintas.
Las trayectorias de Fuster y Sisquella no se cruzaron muy a menudo, ni en cuanto a formación ni entorno. Tampoco coincidían en enfoques ni en formas de pensar. Pero justamente aquí nace el objetivo de la propuesta, poner de relieve dos voces singulares que, desde muy diferentes perspectivas, desarrollaron una práctica artística comprometida y constante. Esta exposición quiere reconocer la contribución de Conxa Sisquella y situarla en una narrativa más amplia que todavía está en proceso de revisión, la de recuperar la memoria de las artistas del siglo XX, a menudo dejadas en segundo plano.
Desde hoy 9 de mayo y hasta el 18 de julio, en la sede de la Fundación Felícia Fuster, se podrán ver una veintena de obras realizadas entre los años ochenta y noventa. Pinturas y grabados que muestran un trabajo decidido con el color y la materia. Sisquella utiliza soportes como la arpillera o el algodón e incorpora fragmentos de tela que funcionan como collage. El artista explora combinaciones cromáticas sutiles y efectivas, siempre guiada por una intuición afinada y también por el estudio del color, especialmente a partir de las teorías de Joseph Albers. Series como Sinfonía en rosa, Transparencia en rosa y verde o Azul evidencian este interés por la interacción entre tonalidades, intensidades y texturas.
Establecida desde pequeña en la Garriga, Conxa Sisquella empezó su formación artística en Barcelona, con el pintor Alsina. Estudió en Bellas Artes entre 1945 y 1948, y en 1947 recibió el primer premio de pintura del Salón Femenino de Madrid. Durante los años cincuenta, su estilo se impregnó de cierto tono existencial, con obras que apuntaban hacia una abstracción incipiente. Con el tiempo, y después de un viaje a Estados Unidos entre 1969 y 1970, su pintura experimentó un giro importante. El impacto del expresionismo abstracto estadounidense y la vivencia de un ambiente artístico más libre la empujaron hacia un trabajo más gestual y matérico.
A partir de los setenta, Sisquella realizó una pintura muy centrada en la textura y el gesto, a menudo con técnicas cercanas al dripping y al automatismo gráfico. Además de la pintura, también desarrolló una obra en grabado, especialmente en aguafuerte. Hacia el final de su carrera, su trabajo tomó una dirección distinta y las formas geométricas pasaron al primer plano y el color se redujo, con composiciones más estructuradas y tonos oscuros, en los que incluía incisiones y perforaciones en la tela.
Con esta exposición, se invita a redescubrir a una artista que, desde la discreción y el compromiso, construyó una trayectoria sólida e interesante. Una oportunidad para mirar con atención un trabajo que dice mucho sobre el sitio de las mujeres artistas en la historia reciente del arte catalán.