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Exposiciones

Anna Malagrida: entre dentro y fuera, entre ocultar y ver

Transparencias y opacidades de las calles parisinas en el Museu Tàpies.

Aparadors. Boulevard Sébastopol, Anna Malagrida (2009). © Anna Malagrida / VEGAP, 2025.
Anna Malagrida: entre dentro y fuera, entre ocultar y ver

Si uno conoce la obra de Antoni Tàpies o ha visitado nunca cualquiera de las exposiciones monográficas que el Museu Tàpies dedica periódicamente al artista —especialmente de sus etapas avanzadas en las que opta por la “pintura matérica”— es probable que alguna vez haya pensado en él al ver por la calle un muro de hormigón erosionado, grabado. Así pues, aunque quizá no tengan la culpa, muchas obras de otros autores con propuestas similares nos acaban recordando a las de este pilar de nuestro arte contemporáneo. La sensación de resonancia se intensifica cuando ambas creaciones se ponen de lado; los comisarios lo saben más que nadie y desde el Museu Tàpies, ingeniosos, se aprovechan a menudo para hacerlas dialogar. Podría decir algo parecido de los pies de cerámica de Marta Palau (Nómadas II, 1998) que actualmente se encuentran en el marco de la exposición Mis caminos son terrestres, pero en esta ocasión quiero hablar de la otra exhibición temporal que puede verse: Opacitas. Velar la transparencia de Anna Malagrida.

Esta muestra de la artista barcelonesa, ahora afincada en París, podrá verse en el Museu Tàpies hasta septiembre de 2025 y se encuentra en la escondida planta subterránea del edificio, que sin embargo parece adecuada para la ocasión. No porque no sea digno de ver (porque entonces habría que pensar lo mismo de las instalaciones de Chiharu Shiota que hasta hace unos meses había) sino por la sensación de que, desde el primer instante, cuando baje las escaleras, invadirá al espectador: la incógnita entre ver y dejar de ver. Esta idea —anunciada por el mismo título— se sostendrá al ir descubriendo las piezas de Anna Malagrida, pero, como casi siempre, la profundidad de lo que se vea también dependerá de la voluntad de la misma mirada; en el sentido real y el figurado. Por eso, a partir de esta premisa, propongo un breve recorrido por la exposición.

Anna Malagrida: entre dentro y fuera, entre ocultar y ver Danza de mujer, Anna Malagrida (2007). Fotografia d’arxiu de la web de l’artista.

En primer lugar, en la sala de la derecha, encontramos a Danza de mujer (2007), una obra audiovisual que presenta el concepto nuclear de Opacitas: esconder y revelar, escenificados por una tela que tapa y destapa el vacío de una ventana haciendo giras azarosas. La tela, caracterizada por el título como elemento femenino, es el objeto que crea una separación entre dos espacios, pero no lo hace de forma absoluta u opaca sino dejando veladuras y espacios de visión. Como si se trataran de múltiples metamorfosis de sí misma, ese papel será realizado por varios agentes en el resto de obras.

Así pues, el vídeo que se proyecta al lado, Le Laveur de carreaux (2010), añade nuevos elementos que juegan con el tema de la exposición: además de ocultar y desvelar, dentro y fuera, aquí representados dicotómicamente por una persona que limpia los cristales desde la calle y nuestra perspectiva filmada desde el otro lado. Sin embargo, una y otra se encuentran parcialmente ocultas por la película semitransparente que forman los productos de limpieza, cíclicamente extendida y después borrada. Esta débil pero efectiva barrera, y la actitud de quien la forma, es culpable de un extraño sentimiento de incomunicación que acompaña a la exposición de manera general.

Anna Malagrida: entre dentro y fuera, entre ocultar y ver Le Laveur de carreaux, Anna Malagrida (2010). © Pep Herrero

El Tríptico II de la serie Point de vue (2006) nos permite ver un horizonte marítimo a través de una membrana de polvo llena de huellas, formas, palabras... Muy prosaicamente la imagen evocaría los cristales de los coches empolvados en primera línea de costa que los transeúntes aprovechan como pizarra por instinto. Pero su gesto es más complejo y, por tanto, el resultado más misterioso: la relación interior/exterior que hasta ahora se nos había planteado ya no esclarece qué o quién se encuentra en cada sitio, ni siquiera si esa película forma parte del mismo registro o si es un añadido que se interpone entre el mundo y nosotros. Tampoco la jerarquía sigue su orden clásico —en el que primaría la naturaleza— sino que son las formas tenues marcadas en el cristal las que, con muy poca intensidad visual, prevalecen sobre un fondo apagado. En este paisaje velado —que como dice la comisaria, Patricia Sorroche, en el libreto de sala, pertenece al Cabo de Creus— se esconde un guiño al imaginario de su entorno: rodeados dentro de una forma de corazón, los nombres de “Dalí x Buñuel”.

Anna Malagrida: entre dentro y fuera, entre ocultar y ver Point de vue, Anna Malagrida (2006). © Anna Malagrida / VEGAP, 2025.

Los espectadores podrán comprobar el efecto progresivo, dinámico y los diferentes momentos de recepción que permiten las obras de Anna Malagrida aún con más juego y espacio para la imaginación en la extensa colección Vitrines (Escaparates), que protagoniza el resto de la exposición. Con poca pretensión, las 14 fotografías que la componen se identifican por los nombres de las calles donde fueron tomadas y muestran los escaparates de varios locales comerciales parisinos vacíos cuyos cristales han sido embadurnados - Malagrida lo dice con más elegancia: velados- por una capa irregular del pigmento Blanco. A diferencia de lo que veíamos en Point de Vue, aquí la pintura se convierte en un muro difícil de atravesar con la mirada y se genera un choque contra su interior que lo hace más intrigante.

Anna Malagrida: entre dentro y fuera, entre ocultar y ver Rue de Charenton, Anna Malagrida (2008-2009)© Anna Malagrida / VEGAP, 2025.

Pero lo que dota de un sentido especial a esta serie es que, lo que eran obstáculos visuales, con el tiempo, han sido interpretados como un lienzo al alcance por los ciudadanos y dejan ver todo tipo de tachaduras e inscripciones, lo que convierte las imágenes en un documento de un interés casi sociológico, una muestra de la faceta más espontánea y menos calculada de la expresión. Se puede hacer la lectura en torno a los conceptos que hemos apuntado: lo que se encuentra con nosotros; lo que hay más allá (el interior del local) y la pequeña membrana intervenida que, irónicamente, es el único sitio a través del cual podemos mirar. Alguno de los textos de sala se refieren a él como un espacio liminar. La autora de las fotografías ejecuta con muy buena visión un ejercicio de flâneurisme, capturando recortes de ese fenómeno autónomo y recopilándolos. Las lecturas políticas de estas obras son inmensas: la ansiedad urbana que desprenden las tachaduras, las razones económicas tras el cierre de los locales, la pluralidad de manos (e idiomas, alfabetos, etc.) desconocidas dialogando en un mismo muro…

Anna Malagrida: entre dentro y fuera, entre ocultar y ver Rue de Châteaudun, Anna Malagrida (2008-2009). © Anna Malagrida / VEGAP, 2025.

El montón de escombros que preside la sala bajo el título 100 K de ruina hace hundir parte de la sensibilidad por lo casi imperceptible mostrado en la mayoría de imágenes, como si fuera necesaria una escenografía para recordarnos que el contexto, la ciudad donde se han producido aquellos conflictos transparentes, es en realidad ajetreada, brusca y ruidosa. Si el resto de imágenes, aunque no sean revolucionarias, evocan rincones originales, este gesto parece hecho con una voluntad de radicalidad más marcada que, personalmente, considero carente de impacto. La particularidad de la selección de imágenes del artista y fotógrafa Anna Malagrida radica en la fijación por un aspecto muy sutil de la realidad y la capacidad para trazar un discurso variado tomando como eje un aspecto que podría parecer puramente formal como la transparencia.

Y, volviendo a la idea inicial, si digo que el Museo aprovecha (con más o menos razones) la universalidad de la propuesta de Tàpies que hace que muchas cosas se parezcan a él para favorecer las conexiones en la memoria del espectador es por detalles como la pieza elegida, claro, a conciencia, por la portada de los folletos y anuncios de la exposición (2008-2009). Aquí, esa cruz, que es a veces "T" ya veces "+" nos conecta ineludiblemente con la casa que acoge la exposición y, lejos de disminuir el valor del artista, la convierte en un huésped más que bienvenido.

Anna Malagrida: entre dentro y fuera, entre ocultar y ver 100 K de ruïna, Anna Malagrida (2025). © Pep Herrero

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