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Exposiciones

Kerry James Marshall, el negro es un color

Kerry James Marshall, el negro es un color
Sarah Roig londres - 06/11/25

“¿Qué es el color negro?” es la pregunta retórica que nos acompaña a través de las salas de la gran exposición del artista estadounidense Kerry James Marshall, abierta hasta el 18 de enero, en las salas más emblemáticas de la Royal Academy of Arts de Londres.

El espacio se concibe con la misma intencionalidad que las obras que lo habitan. Sobre los muros rojos, verdes y azules —colores que, al mezclarse, dan origen a lo que Marshall denomina negro cromático— se despliega una estrategia pictórica donde la multiplicación de pigmentos oscuros no solo construye la figura negra sobre un fondo igualmente negro, sino que también interroga las jerarquías visuales y simbólicas que históricamente han definido la representación.

La exposición reúne once ciclos que abarcan cuarenta y cinco años de práctica artística. Cada uno testimonia la ruptura deliberada de Marshall con la abstracción y su compromiso con la figuración como vía para reescribir la historia del arte desde su interior. Sus fundamentos visuales se formaron, en parte, a través del cómic y de la ausencia de figuras negras heroicas en la cultura visual dominante. De esa carencia nace, en 1999, Rhythm Mastr, su propio universo narrativo, concebido como un espacio de representación para la juventud afroamericana.

Más adelante, Marshall sitúa a la figura negra en el centro mismo de la tradición pictórica, con la ambición de que su obra dialogue con la de maestros como Manet, Delacroix o Velázquez. La ausencia de sujetos que se parecieran a él en los géneros más celebrados de la pintura occidental lo impulsa a reescribir sus convenciones, imaginando también cómo podría manifestarse un Afrofuturismo pictórico. En la alegoría sobre la convivencia representada en la serie Garden Project que ocupa la galería 3, Marshall traza una línea de continuidad entre el Concerto Campestre (c. 1510) de Giorgione y Le Déjeuner sur l’herbe (1863) de Manet, para subrayar el contraste entre la representación idealizada del jardín europeo y los Garden Projects de Chicago. En ese desplazamiento, el artista revela las distancias entre la utopía imaginada por unos y la realidad social vivida por otros.

Marshall centra a la figura negra como un sujeto propio: bello, elegante y plenamente autónomo, más allá de la función de un cuerpo al que se adjunta un simbolismo político. Cada sala es un reencuentro con algo que creemos haber visto, pero que ante su trabajo estamos obligados a mirar dos veces. En The Invisible Man (1993), inspirado en la novela de Ralph Ellison, Marshall explora la tensión entre invisibilidad y visibilidad: a través del uso del negro marfil, cromático y de Marte, construye la figura y el espacio de un interior iluminado, donde la presencia del sujeto nos observa con claridad y distancia, consciente de la paradoja de ser visto mediante la pintura que simultáneamente lo oculta. Esta estrategia se retoma en la serie Pantheon, mostrada en la galería 4, donde figuras que lideraron la esclavitud durante sus gobiernos, como George Washington y Thomas Jefferson, son representadas de manera cómica y disminuida, contrapuestas a la grandeza del color negro que domina la sala, y que afirma la centralidad y la dignidad de la cultura negra en la historia visual.

En la última sala, Red, Green and Black, cierra la exposición con lo que podría leerse como una celebración del nacionalismo negro, evocando los colores de la UNIA (Universal Negro Improvement Association) y de la bandera panafricana creada por Marcus Garvey en 1920. Sin embargo, la pregunta de Marshall permanece insistente: “¿Qué es el color negro?” más allá de las asociaciones políticas contemporáneas. Aquí, el artista posiciona al cuerpo negro —femenino y masculino— con una carga erótica que dialoga directamente con los desnudos de maestros como Tiziano o Goya, reclamando la belleza de estos cuerpos más allá de cualquier valor simbólico o político. Al emplear los colores de la bandera, Marshall introduce una nota de humor que desplaza los hechos históricos y coloca a estas figuras en el centro de la historia, incluso por encima de los movimientos que las rodean.

En última instancia, Marshall nos invita a contemplar el color negro por lo que es: un color más, o quizás el único color posible.

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