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Exposiciones

Equestrian Carousel: el espíritu que gira

El artista ecuatoriano Irving Ramó, residente en Berlín, participó recientemente en Berlín Art Week 2025.

Irving Ramó con sus obras.
Equestrian Carousel: el espíritu que gira

En Equestrian Carousel, Irving Ramó (Quito, 1989) transforma la antigua imagen del héroe a caballo en un espejo espiritual. La instalación, presentada como parte de POLYPHONIC VIEWS curado por Passage Art durante la Berlin Art Week 2025, da a conocer lo que alguna vez fue símbolo de poder y dominio, la figura elevada, el cuerpo que controla a otro cuerpo, la narrativa del vencedor aquí se convierte en un ciclo abierto, un movimiento que invita a pensar no en la gloria, sino en la conciencia.

Esta nueva serie, con claroscuros narrativos, nace de una larga genealogía visual: Rubens, Goya, Delacroix. Todos ellos entendieron la tensión entre humano y animal como un teatro de fuerza y destino. Ramó recoge esa tradición, pero la desplaza hacia un territorio más íntimo. En lugar de representar el triunfo, revela la duda. En lugar del héroe, muestra al ser en proceso.

En el montaje expositivo donde cada pintura es una escena en la cual algo se resiste a quedar fijado. Las criaturas híbridas, los caballos en suspenso, los tigres que parecen más guardianes que adversarios… todo vibra como si estuviera a punto de convertirse en otra cosa. La instalación propone una lectura distinta del poder: no como imposición, sino como energía en tránsito.

La clave es el carrusel. Ese círculo que alguna vez sirvió para entrenar guerreros y que luego se volvió una atracción infantil. En manos de Ramó, el carrusel se convierte en metáfora espiritual: una rueda, el eterno retorno, que nos recuerda que volvemos a los mismos puntos de la vida, para verlos con nuevos ojos. No giramos para repetir; giramos para comprender. Del ser que, al girar una y otra vez, deja caer las máscaras que lo sostenían. Del espíritu que entiende que la verdadera fuerza no está en dominar, sino en escuchar.

En estas obras, la gloria del héroe se desgasta a medida que la figura se repite. La armadura ya no protege, la postura deja de ser firme, el gesto se humaniza. El héroe que parecía invencible se revela vulnerable. Y es, precisamente, allídonde surge lo espiritual: en esa grieta donde la fuerza deja paso a la sensibilidad.

Las lanzas metálicas que acompañan cada pintura funcionan como anclajes simbólicos ¿son necesarias? pero están y hacen cuestionar y cuestionarse. Nos recuerdan que la historia del heroísmo está atravesada por violencia, conquista y sacrificio. Pero el color, la textura y la libertad de las líneas suavizan esas heridas y las transforman en meditación. Lo bélico se vuelve ritual; lo trágico, comprensión.

En el universo visual de Irving Ramó el color que respira, bastante antagónica a sus series anteriores, llenas de potencia visual y anclaje contemporáneo, la anatomía que se (des)dibuja, la escena que nunca termina de cerrarse, nos invita a observar nuestra propia manera de relacionarnos con lo que intentamos dominar: nuestros deseos, nuestras emociones, nuestros miedos. En su obra, el animal no es enemigo, sino maestro.

Irving Ramó desde su vida y práctica en Berlín, una ciudad donde memoria y renacimiento conviven, propone un gesto simple y profundo: mirar la tradición, desmontarla y convertirla en un espacio de conciencia.

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