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Exposiciones

La soledad en miniatura que invade Hong Kong de Isaac Cordal

En este lugar de Asia, todas sus piezas permanecen intactas y forman parte del vertical paisaje urbano.

La soledad en miniatura que invade Hong Kong de Isaac Cordal

El tiempo avanza y cada espacio urbano va escribiendo su propio capítulo. Fue así como, cerca del Dabu Wenwu de Hong Kong, me encontré con una de las piezas de Isaac Cordal: una figura que, con su mirada dirigida hacia las alturas, parece dialogar con la verticalidad constante de la metrópolis en plena ebullición y repleta de contrastes que la rodea.

El arte callejero hace tiempo que dejó de ser solamente pinturas en las paredes y murales pintados. Isaac Cordal es uno de los artistas contemporáneo españoles reconocido por sus esculturas en miniatura que dialogan con el entorno urbano. Su obra se caracteriza por pequeñas figuras, muchas veces de apenas 15 cm, instaladas en las calles, cornisas, muros y rincones urbanos. Representan hombres de traje y personajes anónimos en actitudes rutinarias, absurdas o desesperanzadas, generando reflexiones sobre la alienación, la burocracia, el poder, el consumismo y la soledad urbana.

Entre la marabunta de personas que transita por las calles de Hong Kong, existe el proyecto creado por Isaac Cordal como parte de Cement Eclipses. Es uno de sus proyectos donde utiliza la escala y la ubicación de las esculturas para poner en tensión la vida cotidiana con la arquitectura de la ciudad. Obras que denuncian, a través de la miniatura, la pasividad institucional ante problemas como el cambio climático o la crisis social, transformando la contemplación de la ciudad en un acto crítico.

Las obras de Isaac Cordal se convierten en espejos diminutos de nuestros grandes dilemas contemporáneos. El artista observa con fascinación —y cierta melancolía— cómo centros financieros como Hong Kong fomentan lo que él denomina una “soledad colectiva”: un modo de vida frenético que, aun en medio de la multitud y los rascacielos, deja a las personas aisladas en su propio vértigo.

Sus pequeños ejecutivos de traje o turistas, figuras que parecen escapadas de la rutina corporativa, narran una historia fácilmente reconocible para quienes habitan la ciudad: el peso de un estrés que no da tregua, la presión del ascenso constante y un costo de vida que amenaza con hundirlo todo. Allí están ellos, sentados en repisas que bordean el abismo, atrapados en rincones invisibles o sumergidos hasta la mitad en charcos que actúan como grietas simbólicas. Son personajes que se diluyen en una sociedad que se hunde no solo bajo la carga de sistemas económicos frágiles, sino también frente a una crisis ambiental que crece como marea imparable.

En cada una de sus esculturas, Cordal concentra el murmullo silencioso de un mundo que se fractura sin atreverse a mirar de frente su propia vulnerabilidad. Para esta intervención urbana, el artista español dispersó más de treinta figuras por el Distrito Central y Occidental, ocupando rincones de calles como Kau U Fong o Tai Ping Shan.

En medio del tejido urbano de Hong Kong —tan denso, estratificado y lleno de pliegues— cada hallazgo espacial se volvía más sugerente que el anterior según Cordal como si la ciudad misma reclamara estos pequeños testigos de su propio ritmo vertiginoso. Para preservar la integridad de las miniaturas, el artista las fijó con precisión sobre el nivel del suelo, evitando así que desaparecieran en manos ajenas y asegurando que siguieran observando, desde su discreto emplazamiento, la vida que corre sin detenerse.

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