Carrie Bencardino (nacido en Pilar, Buenos Aires, en 1993) es uno artista visual argentino cuya obra abarca pintura, performance, tatuaje y música, y se caracteriza por una fuerte presencia de elementos contraculturales, escenas queer y referencias al under. Su identidad no binaria, su paso por diferentes lenguajes expresivos y su vínculo con lo fantástico y lo oscuro hacen de su trabajo una propuesta contemporánea que desborda los límites tradicionales del arte visual.
En su primera exposición en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (MALBA), bajo título de El desentierro del diablo, Carrie Bencardino (Buenos Aires, 1993) presenta una serie de obras inéditas en la Sala 1 del Malba. Su práctica artística, atravesada desde sus inicios por una fuerte impronta narrativa, se nutre de los imaginarios visuales del underground y de los espacios de contracultura colectiva, explorando diversas formas de proyección y expansión del relato.

La obra de Carrie Bencardino se despliega en una estética sombría, donde lo marginal, lo pagano y lo emocional se entrelazan en un paisaje inquietante. Sus narrativas emergen en diálogo con subculturas poderosas —el metal, el punk, lo queer y lo sobrenatural—, tejiendo historias que laten en los márgenes de lo visible. La pintura, su medio central, se ve enriquecida por la fuerza del tatuaje y la performatividad, donde la gestualidad y la fluidez de los cuerpos se funden con la densidad de la materia pictórica. En este universo, Bencardino abraza la apropiación como un acto de resistencia estética y conceptual, dando vida a imágenes híbridas que se atreven a conversar con íconos populares y figuras de culto, desafiando las fronteras entre lo sagrado y lo profano.

Carrie Bencardino se posiciona como una de las artistas emergentes más destacadas de la escena contemporánea argentina, con una obra que desafía no solo los límites del arte, sino también las convenciones sociales, identitarias y estéticas. El desentierro del diablo, comisariada por Carlos Gutiérrez, nace del reconocimiento de una posible crisis de la imaginación, exacerbada por los vaivenes políticos y la expansión de un pensamiento que fragmenta los lazos entre las personas. Compuesta principalmente por pinturas, la muestra busca transformar la sala en un espacio híbrido: es casi un bar, casi un cine, casi un club.
De igual modo, las obras funcionan como ventanas hacia situaciones que podrían acontecer en cualquier lugar, entre lo real y lo fantástico. Para Bencardino, se vuelve urgente crear nuevas herramientas que permitan la construcción de otros mundos posibles.