El CCCB propone una nueva mirada a Mercè Rodoreda con Un bosc , una exposición exhaustiva y librada de prejuicios que se podrá visitar hasta el 25 de mayo. La muestra, comisariada por Neus Penalba, sitúa la radicalidad en el corazón mismo de su literatura y articula un recorrido que filtra sus grandes ejes temáticos. Cada motivo se revela como parte de una constelación de significados viva y expansiva, que crece como las profundas raíces y las ramas que se abren al cielo de un mismo árbol. Este organismo simbólico, denso y entrelazado, invita al visitante a adentrarse en él ya dejarse llevar por un mapa poético donde cada nodo conduce a otro, revelando la fuerza, la complejidad y el inconfundible universo de Rodoreda.

Feliu Elias, Retrato de Mariona Pagès Elias, 1916. Colección Rosa Regàs.
Posiblemente, se trata de una de las exposiciones más esperadas, fascinantes e impactantes del año, donde Mercè Rodoreda no sólo permite entender cómo dialogan las obras seleccionadas, sino que también pone de manifiesto la grandeza de su escritura, que, más allá de su belleza, esconde capas e interpretaciones que traspasan el propio texto.
No se trata de una exposición biográfica al sentido tradicional sobre Mercè Rodoreda, sino de una profunda inmersión en los textos y el imaginario de la escritora catalana más importante del siglo XX y la más traducida, un viaje que traspasa el papel y se adentra en la textura misma de sus palabras. La muestra se despliega como un itinerario entre palabras e imágenes, estructurado en seis grandes ámbitos temáticos que encienden los principales fuegos de su obra: la inocencia, el deseo, la guerra, las casas de Barcelona, la metamorfosis y el alma. Cada ámbito actúa como un universo propio, en el que las citas seleccionadas de Rodoreda dialogan con obras de otros creadores que, antes o después, han explorado los mismos acontecimientos, sufrimientos, anhelos o esperanzas, como si cada obra fuera un reflejo o un eco de una misma emoción compartida.

Francesc Carrera Bou, Jarrón con flores, 1922-1926, © Museo de Arte de Cataluña.
Artistas como Suzanne Valadon, Fina Miralles, Ramón Casas, Marc Chagall, Remedios Varo, Leonora Carrington, Picasso, Dora Maar, Man Ray, Laia Abril o Alice Rohrwacher —por citar sólo algunos nombres entre las cuatrocientas obras que integran la muestra— establecen un diálogo silencioso con Rodoreda, creando un tapón silencioso con Rodoreda, creando un tapón percibir las conexiones invisibles entre arte y palabra, tiempo y memoria, realidad e imaginación.
El visitante, así, se encuentra inmerso en una red de significados que se despliega como un árbol con raíces profundas y ramas entrelazadas: cada obra es una rama que se entrecruza con las demás, cada cita una hoja que agita el viento de las interpretaciones. Es un mapa poético y visual, una constelación de emociones y reflexiones que revela la complejidad, la fuerza y la belleza infinita de un universo literario que trasciende el propio texto, invitando a perderse en él, a descubrir matices insospechados ya dejarse llevar por el misterio y la riqueza de la obra de Rodoreda.

Jordi Baron Rubí. Rambla 102. Serie: Domus Barcino (3), 2006. Cortesía del artista.