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Exposiciones

'Víctor Roig Jardí. Estatement' en la Fundación Arranz Bravo

Las pinturas de Víctor Roig (Barcelona, 1990) parecen emerger desde el enfado existencial

'Víctor Roig Jardí. Estatement' en la Fundación Arranz Bravo
bonart l'hospitalet de llobregat - 20/02/24

La Fundación Arranz Bravo inaugura el 22 de febrero la exposición Víctor Roig Jardí. Estatement, que se podrá visitar hasta el 28 de abril. La muestra reúne una selección de pinturas vibrantes de Victor Roig. Sus figuras aparecen como sombras danzantes en el anonimato de las formas. Con un gesto febril, frágil y tenaz. Una pulsión que contiene una rabia, tan nuestra, y tan propia del vivir mediterráneo de la cultura, entendida como un acto de resistencia y necesidad. No precipita, como en el norte, desde la plenitud trascendental.

Víctor Roig se siente interpelado por el mito de la caverna y aquellas falsas sombras que se proyectan en las paredes y que embriagan a los hombres. No le atrae mirar la luz de la verdad que aconseja Platón, sino la teatralidad de la trampa que se representa en las imágenes sobre el muro. Una plasticidad etérea, por indeterminada, falsa y ambigua.

La de Víctor Roig es una pintura que nace queridamente vieja. No vive para reivindicar ninguna novedad. Busca atrapar aquellos estados vitales y permanentes que la cultura universal ha creado, en un cuento de Cervantes, en un grabado de Goya, en un versículo de Mozart. Rehuyendo la ilustración, tocado por el veneno de la pintura, Víctor Roig persigue dotar a su obra de un carácter propio y autónomo, capaz de contener sus pulsiones más íntimas en estrecho diálogo con la alta pintura. Esta fiebre se percibe en la metafísica de los espacios —recuerdan Velázquez o Bacon: dos grandes pintores escenográficos, por supuesto—, en el anonimato de las figuras —Goya: el rostro anónimo y universal—, o en el planteamiento cromático: de base turbia , pero con iluminaciones repentinas y misteriosas.

Víctor Roig es un resistente de la pintura, actúa en los márgenes de nuestra cultura tecnocrática. Alguien que, devotamente, anima un oficio que se cuece a un tempo remoto y profundo, allá donde no llega el ruido de la velocidad ni el brillo del píxel. Bien adentro y bien al fondo, los espacios se elevan, la existencia se ensimisma, las almas levitan. Pero en su gesto, perviven.

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