El artista figurativo Íñigo Navarro, considerado una de las voces más solicitadas de la pintura contemporánea a nivel internacional, llega por primera vez a una institución española con su exposición Ayer pisó tu sombra un tigre. La muestra comisariada por Begoña Torres, que abrirá sus puertas en la Sala Pardo Bazán del Museo Lázaro Galdiano del 27 de septiembre al 23 de noviembre, se presenta como un alegato en defensa de la pintura.
Navarro establece un diálogo entre sus lienzos de gran formato y piezas maestras de la colección del museo, entre ellas obras de Francisco de Goya, creando un juego de resonancias que conecta tradición y contemporaneidad.

Dos intrusos fuera de Beirut, Íñigo Navarro, 2025.
La pintura de Íñigo Navarro (Madrid, 1977) parece mirar más hacia los cielos grises y las luces contenidas del centro y el norte de Europa que hacia la tradición pictórica de su propia tierra. En sus lienzos resuenan ecos del belga Michaël Borremans, con retratos en los que el límite entre sueño y pesadilla se vuelve difuso, como un velo que apenas se sostiene. También laten influencias del alemán Neo Rauch, maestro de un realismo mágico donde lo histórico se entrelaza con lo cotidiano y donde conviven, sin contradicción, las huellas del realismo soviético y la monumentalidad del muralismo mexicano.
Quizá por esa mirada enraizada en múltiples geografías, la carrera de Navarro ha florecido más allá de España, desplegándose por Europa en galerías de Alemania, Dinamarca, Reino Unido o Suiza, y extendiéndose hasta horizontes aún más lejanos: Japón, China, México. En todos esos territorios, su obra ha sabido conquistar al mundo del arte con una voz tan inquietante como magnética.

Si vuelo, mi reflejo se hunde, Íñigo Navarro, 2025.
Bajo el título Ayer pisó tu sombra un tigre, Íñigo Navarro inaugura en el Museo Lázaro Galdiano su primera exposición institucional en España. La muestra, que oscila entre el milagro y el vuelo, toma como punto de partida la estampa Modo de volar de Goya —pieza de la colección del museo que también se exhibirá en la sala— para convertirse en un homenaje a la pintura, “el medio definitivo”, como el propio artista suele afirmar.
En este recorrido, Navarro entrelaza su obra con la tradición pictórica del Siglo de Oro, al tiempo que la expande hacia referencias contemporáneas del cine, la música, la literatura y la filosofía. Y si en lo conceptual sus influencias viajan por distintas geografías, en lo técnico vuelve la mirada a su tierra, inspirándose en la herencia de los grandes maestros españoles.

Si existe un maestro español con el que la obra de Íñigo Navarro conecta no solo en lo formal y lo temático, sino también en lo íntimo, ese es Francisco de Goya. El primer encuentro del artista con el genio aragonés se remonta a su infancia, cuando contemplaba de cerca la labor de su madre, restauradora en el Museo del Prado, mientras intervenía lienzos del pintor. En aquel espacio nació también el deseo de convertirse en artista, un anhelo que tardaría en concretarse, pues tras finalizar el instituto inició estudios de Matemáticas antes de decidir abandonar esa senda y entregarse plenamente a su verdadera vocación: las Bellas Artes.
Hoy es de nuevo Goya quien actúa como puente entre las piezas del Museo Lázaro Galdiano y el universo pictórico de Navarro, uniendo pasado y presente en un diálogo de resonancias profundas.