Lluèrnia es el Festival del Fuego y de la Luz que tiene lugar anualmente en la ciudad de Olot, en la comarca de la Garrotxa, en el corazón de Cataluña. Este evento, que combina arte, creatividad y patrimonio, transforma por unas horas las calles, plazas y rincones de la ciudad en un gran escenario lleno de instalaciones efímeras, espectáculos y juegos de luz y fuego.
En este contexto, el mes de noviembre, a menudo percibido como un tiempo de pausa y silencio, se convierte en un espacio para encender de nuevo la luz. Lluèrnia se inscribe dentro de este vacío del calendario y lo transforma en una celebración que conecta con la fiesta de Sant Martí —una herencia que mezcla símbolos paganos y cristianos, el fuego y el hogar, la luz y la bonanza del veranillo. San Martín es, en cierto modo, el recuerdo de un mito antiguo, quizás la versión cristianizada de Prometeo, el héroe que robó el fuego a los dioses para entregarlo a la humanidad.

El nombre Lluèrnia proviene de la palabra catalana “lluernia”, que designa una luz pequeña o un resplandor fugaz, una especie de deslumbramiento breve que rompe la oscuridad. Esta idea simboliza perfectamente el espíritu del festival: crear momentos de luz y magia en medio de la noche, invitando al público a redescubrir el espacio urbano a través de la mirada poética de la luz.
El Festival del Foc y de la Llum, nace con la voluntad de hacer visible el profundo vínculo entre la ciudad de Olot y su entorno volcánico —un diálogo antiguo entre la tierra y el fuego que, a lo largo de los siglos, ha modelado no sólo la orografía y el paisaje de la Garrotxa, sino también el carácter, la imaginación y la cultura de sus gentes.

Así, Lluèrnia se convierte en una metáfora contemporánea de ese gesto prometeico: una invitación a compartir la luz en todas sus formas —artística, simbólica y emocional. El festival se alinea con las nuevas tendencias de celebraciones en torno al fuego y la luz, impulsadas por las actuales tecnologías de proyección e iluminación, que permiten crear paisajes visuales sorprendentes. Al mismo tiempo, ofrece una nueva mirada sobre lo que antes eran los espectáculos pirotécnicos, adaptados ahora a las exigencias de seguridad, pero sin perder su ancestral esencia: la fascinación humana por la luz que nace del fuego.