La artista Fina Miralles ha sido distinguida con el Premio Nacional de Artes Plásticas 2025, otorgado por el Ministerio de Cultura y dotado con 30.000 euros. El jurado, que se reunió este lunes, ha reconocido su trayectoria pionera desde la década de 1970, destacando su compromiso con el feminismo y su temprana sensibilidad hacia las cuestiones ecológicas. Según el fallo, Miralles ha sabido reivindicar de manera constante el vínculo esencial entre el ser humano y la naturaleza, consolidándose como una figura clave en el arte contemporáneo español.
Artista pionera en las prácticas conceptuales, ámbito en el que comenzó a experimentar en la década de 1970. Formada en Barcelona, ha desarrollado una trayectoria internacional con estancias prolongadas en América del Sur, Francia e Italia. Su obra se asocia habitualmente al land art y explora de manera constante la conexión entre el cuerpo y la naturaleza. Además, sus acciones incorporan una mirada crítica hacia la política y las estructuras patriarcales.

En la edición anterior, el galardón recayó en Pedro G. Romero, sumándose así a una destacada nómina de artistas premiados en años anteriores, entre los que figuran Teresa Lanceta, Rogelio López Cuenca, Dora García, José María Yturralde, Àngels Ribé, Ángel Bados, Ángela de la Cruz y Juan Hidalgo, entre otros nombres relevantes del panorama artístico.
Fina Miralles: capital en el arte de los 70 hasta la actualidad
Entre las primeras creaciones de Fina Miralles sobresalen piezas emblemáticas como Natura morta (1972), Dona-arbre(1973) o Relació del cos amb elements naturals en accions quotidianes (1975), obras que ya anunciaban su profunda conexión con la naturaleza y su mirada sensible hacia lo cotidiano. Durante aquellos años se integró en el efervescente panorama de la vanguardia catalana, participando en espacios clave como Sala Vinçon, Sala Tres o el Espai 13 de la Fundació Joan Miró, verdaderos focos de experimentación artística.
En la década de los ochenta, Miralles orientó su investigación hacia lo matérico, utilizando la pintura y el dibujo como nuevos territorios de exploración. En proyectos como Doble horitzó (1979-1981) se percibe la fusión entre gesto y contemplación, entre lo performativo y la práctica pictórica, en un tránsito que la condujo hacia una expresión cada vez más íntima e introspectiva.
Con la llegada del nuevo siglo, la artista se retiró a Cadaqués, donde continuó su diálogo con la naturaleza a través de las llamadas fotoacciones, obras que condensan tiempo, cuerpo y paisaje en un mismo aliento. Entre sus exposiciones e intervenciones más destacadas figuran De les idees a la vida (Museu de Sabadell, 2001), la Nadala de la Fundació Joan Miró de Barcelona (2014), Naturaleses naturals 1973-2016 (Museo Arqueológico Nacional, 2016) y Soc totes les que he sigut (MACBA, 2020), una retrospectiva que reafirma la coherencia y profundidad de una trayectoria guiada por la búsqueda de lo esencial.