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Opinión

De ADLAN al Espai 13

P. Staff, Juegos de impacto. Dentro del ciclo del Espai 13 Fixacions per minut, comisariado por YABY (Beatriz Ortega Botas y Alberto Vallejo). © Fundació Joan Miró. Fotografía: Roberto Ruiz.
De ADLAN al Espai 13

Como suele ocurrir con muchos creadores y creadoras que han tenido una larga carrera, hay algo dentro de ellos que conserva intacto el espíritu de juventud, aquello que les impulsó y animó a convertirse en artistas cuando tenían todo el futuro por delante. A menudo, ya mayores, aún les queda mucho trabajo por hacer y proyectos ilusionantes por desarrollar.

Joan Miró, a quien solemos recordar en fotografías fechadas a partir de finales de los años 1960, cuando ya tenía 75 años, es un caso ejemplar. Fue justamente en aquel momento cuando pudo llevar a cabo algunos de sus proyectos más ambiciosos, también los más corales. Las circunstancias tardaron largas décadas en ser propicias para la consecución de estos proyectos, pero aquel impulso de juventud seguía siendo el motor principal. Fue el mismo impulso de la juventud moderna de los años veinte y treinta de la que formó parte: un grupo pionero que quiso renovar y hacer menos opresivas la cultura y la sociedad en que habían crecido. Fue el impulso de los Amics de l’Art Nou, el ADLAN, que funcionó como asociación cultural durante los años de la Segunda República española. Después de la guerra, lo poco que quedaba de aquel impulso fue sobreviviendo y resistiendo, casi clandestinamente, bajo el liderazgo de Joan Prats, gran amigo de Miró, en lo que se llamó Club 49, y que ya supuso un relevo generacional.

  • Hac Vinent, Accidente. Dentro del ciclo del Espai 13 Nos acompañaremos cuando anochezca, comisariado per Irina Mutt. © Fundació Joan Miró, Barcelona. Fotografía: Roberto Ruiz.

Años más tarde, ya en la década de los sesenta, aquel espíritu contestatario y moderno del ADLAN, nacido en respuesta a la Cataluña de las revueltas sociales y la España del desastre de Annual y la dictadura de Primo de Rivera, resurgió en la juventud nacida en la posguerra y el franquismo. Es por eso que Miró se sintió tan fuertemente identificado y la razón por la cual depositó tantas esperanzas en ella. En cierto modo, eran sus herederos de lucha y la continuación de todo lo que había defendido su círculo de los años veinte y treinta.

En una carta a Josep Lluís Sert de finales de 1968, Miró escribía: “Barcelona es una ciudad de gran porvenir, y Cataluña es un pueblo joven. Tengo una gran fe en estos pueblos llenos de juventud que pueden marcar nuevos caminos al mundo futuro que se está preparando. Está muy bien que nosotros pongamos en ello nuestro esfuerzo”. Con esta defensa de la juventud, resistente y comprometida, el artista barcelonés, con la complicidad de Joan Prats, de Joaquim Gomis y del propio Sert, entre otros, planeó la creación de un espacio dedicado a las prácticas artísticas más emergentes del momento. En los planos de 1972 que han sobrevivido del proyecto arquitectónico de la futura sede de la Fundación, aparece una sala llamada CEAC (Centro de Estudios de Arte Contemporáneo) que da al vestíbulo del edificio. Allí se abriría el Espai 10, el lugar que la dirección del nuevo centro confiaría a los artistas jóvenes y, en un primer momento, al Ámbit de recerca, un colectivo legendario que se encargó de la programación y organización de aquel espacio, pionero en la ciudad.

Después, vendría la constitución de una junta de actividades siguiendo un modelo de convocatoria abierta y, años más tarde, los ciclos de exposiciones empezaron a ser comisariados. Con la ampliación del edificio a finales de los años ochenta, bajo la presidencia de Oriol Bohigas, el Espai 10 fue trasladado al sótano, donde aún pervive, como Espai 13. En conjunto, es la programación de arte emergente con más continuidad del Estado español y parte importante de la historia del arte de los últimos 50 años. La Fundación Joan Miró también dio continuidad al Premio Internacional de Dibujo Joan Miró, que comenzó en 1962, en castellano, tal como mandaba el régimen franquista, y gracias de nuevo a una iniciativa privada, liderada por el círculo de amistades de Miró, que era presidente de honor y que ofrecía un grabado suyo para el artista seleccionado.

Las exposiciones, que se realizaron con las obras enviadas por artistas de todo el mundo, empezaron en el Cercle Artístic de Sant Lluc, donde tanto Miró como Joan Prats se habían formado, y después se llevaron a cabo en otros lugares de Barcelona, como el COAC o la Virreina. Finalmente, una vez inaugurada, se presentaron en la Fundación Joan Miró. De aquel premio quedan algunos carteles, que presentamos ahora en la exposición que conmemora los 50 años de la Fundación, pero también muchos recuerdos de tantos artistas que participaron, y que conservan un vínculo especial con Miró y con su CEAC.

Este premio internacional se transformaría décadas más tarde en el Premio Joan Miró, reconocimiento individual a la creación más relevante y más mironiana, si así se puede decir, de nuestros días. Este galardón bienal arrancó en 2007 bajo la presidencia de Eduard Castellet y ya se han celebrado nueve ediciones con sus correspondientes exposiciones. Estas muestras individuales han acercado al público de la Fundación Joan Miró a la práctica artística de creadores y creadoras tan destacados como Olafur Eliasson, Pipilotti Rist, Mona Hatoum, Roni Horn, Ignasi Aballí, Kader Attia, Nalini Malani, Tuan Andrew Nguyen y, este año, Kapwani Kiwanga. Con el Espai 13 y las exposiciones temáticas de primavera, las exposiciones del Premio Joan Miró han sido el eje vertebrador de la programación de arte contemporáneo en la Fundación durante los últimos 20 años y han ayudado a establecer fuertes vínculos entre los artistas galardonados y el legado deJoan Miró y de su institución.

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