Rosa Maria Malet y Ybern ha sido durante décadas una figura clave en la difusión y cuidado del legado de Joan Miró. Al frente de la Fundación Joan Miró durante más de treinta años, contribuyó de forma decisiva a convertir este espacio en un punto de encuentro para el arte contemporáneo, manteniendo siempre vivo el espíritu del propio artista. Ayer, el Círculo de Cultura le rindió homenaje por su trayectoria, reconociendo un trabajo realizado con constancia, discreción y una clara vocación por el mundo del arte.
Nacida en Badalona en 1948 y formada en Historia del Arte en la Universidad de Barcelona, Malet empezó a trabajar en la Fundació Joan Miró en 1975, coincidiendo con su inauguración. Pasó allí toda una vida profesional, primero desde el equipo de base y más adelante como directora, cargo que asumió en 1980 y que mantuvo hasta su jubilación en 2017. A lo largo de este período impulsó numerosos proyectos, apoyó a nuevos artistas y contribuyó a que la Fundación fuera mucho más que un museo, convirtiéndola en un museo.
El reconocimiento del Círculo de Cultura llega en el marco del 50 aniversario de la Fundación, y quiere hacer valer una forma de centrarse en la colaboración, la implicación con los equipos de trabajo, y una visión clara sobre cómo debía ser un centro dedicado al arte de hoy. Su interés por el mundo mironiano le ha llevado a escribir varios libros sobre el artista, entre los que destacan Obra de Joan Miró (1988), Joan Miró. Una biografía (1992) y Joan Miró. Au-delà de la peinture (2019). También ha sido comisaria de numerosas exposiciones, aportando siempre un conocimiento profundo sobre la obra de Miró y sobre el contexto en el que se desarrolló.
A lo largo de los años, ha sido reconocida con varios premios y distinciones. En 2016, la Asociación de Museólogos de Cataluña le otorgó un premio por su recorrido profesional; en 2017 fue distinguida por el Gobierno francés con la Orden Nacional del Mérito, y al año siguiente recibió la Cruz de Sant Jordi. Pero más allá de los galardones, su trayectoria se recuerda sobre todo por haber entendido y respetado el deseo original de Miró: que su fundación fuese un centro activo de estudio y reflexión sobre el arte contemporáneo.