Viaje por más de cien obras del artista canario en el Museo Picasso de Málaga. Una espectacular retrospectiva de una figura central del surrealismo español junto a figuras icónicas como Salvador Dalí, Remedios Varo o Esteban Francés. Pinturas, dibujos y objetos centran todo el interés del tinerfeño, destacando un autorretrato de 1933, premonitorio de su trágico fin.
Óscar Domínguez, Le dimanche o rut marin, 1935, © TEA Tenerife
Óscar Domínguez fue un admirador y amigo en su momento de Pablo Picasso y su obra crea un diálogo con el genio malagueño en el Palacio de Buenavista en una exposición, la más completa en tres décadas, que se podrá disfrutar hasta el 30 de octubre de 2025, comisariada por Isidro Hernández Gutiérrez, conservador del TEA de Tenerife.
Su obra se nutre de una iconografía ligada a su juventud en el norte de Tenerife, donde gesta una concepción irracional y sobreabundante de los enigmáticos procesos de la metamorfosis que van a acompañar a su obra a lo largo de toda su trayectoria.
Óscar Domínguez, Los platillos volantes, 1939, © TEA Tenerife
Se trata de una parada obligatoria durante el periodo estival en forma de redescubrir obra de Domínguez y Picasso, explorar su innovadora técnica y entender el papel capital que tuvo dentro del surrealismo español. Conceptos como el amor, la libertad, el juego, la revolución o el sueño aparecen de manera regular en sus creaciones. París cambió la vida al artista canario y su relación con André Breton o Salvador Dalí lo llevó a vivir la vida de París y conectar con el surrealismo.
“Difinieron a Domínguez como un niño grande lleno de excesos y con una gran pasión por el color”, explica Isidro Hernández. Su naturaleza impulsiva, audaz e inquieta le llevó a cuajar procesos artísticos propios, como la decalcomanía, fruto de su interés por el juego: una técnica pictórica que consiste en aplicar imágenes, por ejemplo de gouache negro, sobre un papel, el cual se coloca encima de otra hoja sobre la que se ejerce una ligera presión; luego se despegan antes de que se sequen.
Óscar Domínguez, La cámara oscura, 1943, © TEA Tenerife
El alquimista del surrealismo insular ofrece una maquinaria onírica capaz de dinamitar la realidad inmediata a través de metáforas desviadas y desafiantes. En el contexto de la ocupación nazi fue donde estrechó su relación con Picasso, denominándolo “el hombre más sensacional de la época”. Compartía no solo el idioma, sino también una visión del arte como herramienta de resistencia y de transformación. Domínguez aprendió de la libertad formal y simbólica de Picasso, mientras que este valoraba la empatía y la energía volcánica y onírica del canario.
En la década de los 50, Óscar Domínguez lo marcó una profunda inestabilidad personal y fisica; a pesar de ello, sus creaciones no se detenían, adquiriendo una dimensión más corpórea, introspectiva y simbolista. Su obra siguió dialogando con el surrealismo, pero ya con una voz plenamente individual, despojada de artificios. Domínguez falleció el 31 de diciembre de 1957 en París.