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Opinión

Renta básica o huelga general

La cultura no funciona porque los creadores viven en una precariedad persistente

Gustav Metzger, Norfolk, Anglaterra, 1960. Foto: Ida Kar. © National Portrait Gallery, Londres.
Renta básica o huelga general

A finales de año participé en una de las comisiones del Cuenca para pensar en la situación del sector creativo y las artes. Todos estábamos de acuerdo en una cuestión: la precariedad compartida de la crítica, el comisariado y los artistas. Y de todo el sector productivo cultural. De hecho, hace muchos años que damos vueltas a lo mismo y siempre llegamos a la misma conclusión: la situación de los creadores es precaria.

En paralelo a este acuerdo, la mayoría de las políticas culturales aplicadas a las artes implican incrementar las dotaciones presupuestarias en las infraestructuras en forma de nuevos eventos (Manifesta) o ampliaciones (Macba, MNAC). Pero, a la vista de la experiencia, está claro que más museos, más centros de arte y más eventos no han contribuido a poner fin a la precariedad de los creadores.

¿Qué pasaría si le diéramos la ecuación? En lugar de invertir piramidalmente desde la cúspide esperando a que el dinero llegue al sustrato, abonar directamente con dinero las bases creativas. Es decir, menos ampliaciones y presupuestos para eventos y más soluciones para el problema base: que la cultura no funciona porque los creadores no podemos vivir.

Un dato: más del 60% de los trabajadores de la cultura tienen ingresos por debajo del salario mínimo interprofesional. Más allá de la subvención como una prolongada forma de agonía, si políticamente está sobre la mesa la idea de la renta básica, ¿por qué no empezar aplicándola a los creadores y creadoras como sector claramente precarizado?

Si algo demuestran los datos sobre la precariedad es que, al margen de cualquier beneficio, los artistas trabajan, los críticos escriben y los comisarios organizan exposiciones donde esté… Con la renta básica habría una generación de creadores que podría trabajar y generaría cultura, pero con condiciones de vida. Y esta generación ya encontraría los sitios donde tener visibilidad. Si los galeristas vienen o no, si una obra es comercializable o no, sería problema de los galeristas. Los museos no serían una solución salarial transitoria para artistas y comisarios, éstos expondrían si les convenciera el sitio y no por necesidad. Y la cultura estaría fortalecida por sus creadores.

Quizá el problema es que sigamos creando. No es una locura, por tanto, plantearse un paro, una huelga general de la cultura. A los productores culturales, a los creadores, nos sobran motivos.

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