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Reportajes

La historia enmudecida. Arte en femenino para hacer hablar a los silencios

Ellas siempre han estado. Y no sólo como musas, ayudantes, madres y esposas. No sólo como acompañantes del proceso creativo de otro, sino como productoras y creadoras de un conocimiento y de una valiosa experiencia artística que ha sido enmudecida y escatimada a lo largo de los siglos por un sistema patriarcal. La voluntad de reivindicar el legado femenino, desde una perspectiva amplia de género y géneros, es completar la otra mitad de un relato artístico que se convierte en sesgado y parcial sin su presencia.

La historia enmudecida. Arte en femenino para hacer hablar a los silencios

La presencia de las mujeres en el arte ha sido escatimada a lo largo de los siglos por una sociedad patriarcal que ha hecho de la mujer la cómplice por excelencia de la naturaleza y su labor procreadora. De hecho, la revolución del sexo femenino en el siglo XXI está configurando el auténtico cambio social de esa centuria.

Simone de Beauvoir publica en 1949 el libro El segundo sexo, en el que afirma que “no se nace mujer, sino que se llega a ser”. En el arte, la presencia de las mujeres ha sido francamente escasa hasta la fecha, en la que la voluntad de actuar desde una perspectiva de género y géneros, en plural, ha abierto sus puertas a un mensaje activista en favor de la libertad sexual y del derecho de la mujer a decidir su destino en ese mundo. Y la creación artística es uno de esos campos de libertad que hoy la mujer puede alcanzar, no sin dificultades.

La historia enmudecida. Arte en femenino para hacer hablar a los silencios Anni Albers. Design for a Jacquard Weaving, 1926

Ni musas ni sumisas

A finales del siglo XIX, la imagen de la mujer en el arte encarnaba a la prostituta, la modelo o, en el caso de la burguesía, la mujer era vista desde la melancolía, asociada también a la histeria ya la enfermedad mental. Pocas eran las mujeres que con la riqueza de sus familias podían formarse en la pintura, la escultura o la música. Algunas fueron colaboradoras o modelos de un artista, como Camille Claudel, que al final se deshizo de August Rodin para llevar a cabo su propia obra como escultora, pero lo pagó con crisis nerviosas y con el internamente en los últimos treinta años de su vida en el manicomio de Montdevergues.

El surrealismo mantuvo una actitud ambivalente. Por un lado, la mujer era la musa, la inspiradora de la obra del compañero, pero por otra, se reconocía la enfermedad mental y se aceptaba como campo de creación, lo que permitía enamoramientos fuera de registro como el que André Breton mantuvo con Nadja por las calles de París. También permitió que algunas enfermas mentales destacaran en el arte, como Unica Zürn, a pesar de ser la poupée de Hans Bellmer. Se salen del nivel corriente mujeres artistas como Remedios Varo o Leonora Carrington, que superaron a sus compañeros Benjamín Péret y Max Ernst, respectivamente. Y podríamos añadir a Kay Sage, pareja de Yves Tanguy; Jacqueline Lambda, de André Breton; la fotógrafa y artista Lee Miller, esposa de Roland Penrose, sin olvidar a Frida Kahlo, el gran mito mexicano femenino vinculado al surrealismo y esposa de Diego Rivera. Las vanguardias europeas dieron nombres como Hannah Höch, dentro del dadaísmo, o Sonia Delaunay, dentro del cubismo simultaneísta, y Sophia Tauber-Arp, dentro de una abstracción constructiva. Y esto sin entrar en el campo del diseño desde la perspectiva de la Bauhaus, donde encontraríamos bastantes nombres de mujer junto a Annie Albers, mujer de Joseph Albers. Como vemos, la mayoría de mujeres son pareja de otros artistas.

La historia enmudecida. Arte en femenino para hacer hablar a los silencios

Cataluña feminista

En Cataluña, un libro publicado por Elina Norandi en Enciclopèdia Catalana da fe de 102 mujeres artistas que han hecho una obra de calidad a pesar de las dificultades que comportaba su condición femenina. Algunas han sido redescubiertas hace muy poco. La crítica de arte de la época, escrita por hombres, se fijaba más en la belleza de las pintoras que en los cuadros, y los descendientes a menudo apenas han guardado las obras de una tía pintora soltera que no conocieron o han llevado sus cuadros a los Encants. Es un ejemplo típico y tópico de lo que ha ocurrido con las mujeres artistas. De los diferentes períodos, merece la pena mencionar dentro del modernismo Lluïsa Vidal (1876-1918); Laura Albéniz (1890-1944), hija del compositor Albéniz; la polaca Mela Muter (1876-1967), primera pintora judía profesional a su paso por Barcelona; las surrealistas Remedios Varo (1908,1963), que nació en Cataluña pero acabó la vida en México, y Angeles Santos (1911-2013), pareja del pintor Emili Grau Sala que, tras un breve paso por el surrealismo, va volver a una figuración rotunda en la que la figura femenina está muy presente. La puerta que abre el surrealismo permite recuperar la alienación creativa de Josefa Tolrà (1880-1959), y el refugio que algunos artistas encuentran en Barcelona durante la Primera Guerra Mundial mantiene que Olga Sacharoof (1881-1967) se quede a vivir en la ciudad.

Lola Anglada destaca en el panorama del novecentismo, cuya moral deja a la mujer el papel de madre, educadora y encargada de los trabajos del hogar. Posteriormente, durante la posguerra, destacaría Maria Girona, dentro de un post novecentismo mediterráneo, y Amèlia Riera, que reivindica la libertad sexual de la mujer en los años sesenta. Hay que añadir las que renuevan el arte textil, como Aurèlia Muñoz y Maria Assumpció Raventós; pintoras abstractas como Carme Aguadé o Elena Paredes, y pintoras de cierta magia, como Magda Bolumar.

La historia enmudecida. Arte en femenino para hacer hablar a los silencios Eugenia Balcells. Boy Meets Girl, 1978

La reivindicación del género

La generación de los años setenta abre sus puertas a la performance ya la reivindicación del género más allá de la práctica artística: Fina Miralles, Eulàlia Grau, Sílvia Gubern, Àngels Ribé, Eugenia Balcells, Dorothée Selz, Olga L. Pijuán, generación que encontrará herederas en los años ochenta como Susana Solano, Mari Chordà, Marga Ximénez, Margarita Andreu o Kima Guitart. Un libro imprescindible para tomar conciencia del universo creativo femenino que las artes plásticas han dejado y están dejando en Cataluña en el siglo XXI. Pilar Parcerisas

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