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Opinión

Hacia el museo, la tumba de los nómadas

Hacia el museo, la tumba de los nómadas

Un telón blanco ha caído sobre la luz que proyectaba el rostro de Joaquim Pibernat, el amigo afable y el intelectual desgarrador que acaba de dejarnos después de una larga enfermedad. Turbulento como las personas que habitamos en un mundo que escribe la historia con el nombre de la “catástrofe”, su presencia era inconfundible. Por la mañana se envolvía con las hojas de dos o tres diarios y se hacía acompañar a lo largo del día por un par de libros de autores de la nada. No hacía distinción, como tantos de nosotros, entre vida, cultura y política. Pertenecía a una generación de revuelta y llevaba encima la decepción de no poder alcanzar el ideal de una libertad colectiva. Ahora mismo vivimos en un Cataluña sometida por la dictadura constitucional y una Europa en la que se impone la razón de la fuerza por encima de los valores de la libre expresión y los derechos de los pueblos.

Pibernat anotaba en los márgenes de los periódicos pequeñas sentencias que acto seguido comunicaba a sus amigos. Eran frases breves, incisivas, que procuraban una atemporalidad salida de reflexiones del momento histórico, y serán publicadas post mortem . Naturalmente, su carácter nihilista impregnaba un todo negativo, a menudo no exento de humor negro. En el extremo hoy habría escrito: "Venimos del silencio, vivimos en el silencio y vamos hacia el silencio." Con amistad franca lo contradecía dialécticamente: "Venimos de la memoria de los demás, vivimos el nuevo experimento que somos y nos anillamos con el mundo que vendrá." Claro que para demostrar esto debo valerme de su aportación en el mundo de la cultura.

Él formó parte del núcleo creativo que constituyó la aventura de Árticos , una revista trimestral de letras y artes que mostraba desde la creación contemporánea las tendencias híbridas e internacionales en la llamada primera posmodernidad. Remirar aquella revista de avanzada, en sus ocho números que iban adelante y los ocho números que retrocedieron hasta el cero que era su índice onomástico, nos permite revivir y revisar a modo de enciclopedia la poética de los años ochenta que avanzaba en positivo el fin del siglo XX como siglo de las vanguardias y la innovación. La revista llegó a tener una tirada de siete mil ejemplares y una distribución de quiosco en un momento de construcción de una nueva modernidad que el neoliberalismo destruyó bajo el modelo de las industrias de la cultura. Una década más tarde, con el mismo espíritu pero con aire voluntariamente minoritario, participó en el laboratorio que conformó Cave canis , una revista radical, experimental y artesanal en formato caja en el tráfico hacia los soportes tecnológicos masivos.

El intelectual de las turbulencias del alma, el ojo crítico contra un mundo deshumanizado y estúpido, el escritor aforístico del negro en el blanco tenía una formidable biblioteca y una colección de arte que atestigua sus relaciones y ejemplifica la época. Su voluntad es reunirse con los fondos que Jordi Benito dejó en el Museo de Granollers y en el MACBA, Hac Mor en el Museo Morera y Benet Rossell en el MNAC. El museo es la tumba de los nómadas. 

En la imagen: Los Árticos con John Cage. Altaió, Llopis, Jaula, Pibernat, Duran, Colomer y Novell, 1985.

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