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Exposiciones

Mederic Turay. Un sueño que no cesa

Mederic Turay. Un sueño que no cesa
Marga Perera silos - 29/09/23

Out of Africa Gallery presenta, del 23 de septiembre al 22 de octubre, la exposición individual del artista Mederic.

Tiene más de 40.000 seguidores en Instagram, sólo 75 post y algunos con 5.000 likes; tiene, además, un canal de Youtube, donde se pueden ver vídeos de sus exposiciones, pintando graffiti, publicitando un anuncio de cerveza vistiendo a una de sus americanas, que diseña él mismo con su personal iconografía y que algunos de los sus privilegiados coleccionistas ya poseen, o él mismo bailando con espectacular gracia y ritmo; está claro que es uno de los jóvenes artistas del momento. Es Mederic Turay (Costa de Marfil, 1979), que en 1999 fue elegido Mejor Artista Joven de África Occidental. Su afición al arte empezó de pequeño; a los 4 años ya dibujaba imitando a personajes de dibujos animados y obras de Picasso, Dalí y Basquiat. Creció inmerso en la cultura urbana estadounidense, puesto que su padre, militar de profesión, aceptó una misión en Washington; fue en 1984, así que Mederic vivió en América la era dorada del hip-hop (la llamada "Hip Hop Golden Era"), viviendo el baile como expresión corporal, cantando rap y pintando graffiti, toda una explosión cultural que influyó claramente en la evolución natural de su obra. En 1995 su familia regresó a Costa de Marfil, Mederic inició entonces sus estudios de Bellas Artes y encontró las raíces de su cultura, que se han ido manifestando a través de su arte. Estos dos mundos, que forman parte de su experiencia vital, conviven perfectamente armonizados en su obra. Está convencido de que la vida le transformó en artista porque cree que el arte sigue siendo la máxima expresión de vida. Uno de sus lemas es: "inspírate para seguir tus sueños; entonces nada podrá detenerte". Está representado en colecciones tan importantes como la de Charles Saatchi, la del Rey de Marruecos, Mohamed VI, y en la Niarchos de Suiza.

De entrada, su pintura resulta atractiva por un exuberante color que se apodera de la mirada, mirada que no puede detenerse porque, más allá del color, es atrapada por un laberíntico "horror vacui", que obliga a recorrer toda la tela y que puede convertirse en metáfora de un universo cuántico al que todo está conectado, es decir, se convierte en una metáfora de la realidad, una realidad que no siempre vemos. Sus pinturas son como mapas del tesoro donde hay mucho por descubrir. Dice que pinta el ruido que le rodea y que crea su propio paisaje interior porque cuando pinta se siente guiado por una necesidad de ocupar toda la tela sin cesar. Creo que ese "sentirse guiado" se corresponde con la fuerza interior, con el impulso creativo del que habló Carl Gustav Jung, cuando en su fenomenología del proceso creativo, descubrió el "complejo autónomo", que definió como una porción escindida de la psique que lleva una vida propia fuera de la jerarquía de la conciencia; por eso, el proceso creativo tiene una parte consciente, que es la intención, y otra, de naturaleza inconsciente. Con este impulso de pintar sin cesar Mederic crea un territorio que conecta sus múltiples experiencias, las propias y las colectivas, diversas culturas, arte urbano y arte primitivo, sus propias influencias como artista, pasado y presente, vida y muerte , mostrando los opuestos como partes indisolubles de la unidad, como ocurre en la realidad y en el Universo.

Mederic juega con la distorsión de la forma, con la relación entre la figura y el fondo, con el gradiente de tamaño para sugerir profundidad sin recurrir a la perspectiva, con el impacto del color y con el collage, con lo que introduce el estabilidad de lo concreto en un escenario abstracto. Todos sus personajes aparecen coronados; para Mederic, que confiesa tener una fuerte creencia en la presencia de coronas en torno a un ser vivo, sea humano o animal, lo interpreta como la manifestación de lo que irradiamos sobre los demás, sobre el mundo, lo que él describiría como aura, lo que nos introduce en el mundo de lo espiritual. Los collages de esculturas de artes primeras africanas conviven con sus abstractas representaciones humanas y animalísticas; son más pequeños, como si estuvieran más lejos en el espacio y en el tiempo pero, en realidad, representan el pasado en el presente porque ni el tiempo ni su devenir son lineales. Formalmente, estos collages para Mederic son una forma de jugar con los llenos y los vacíos, con el realismo y la abstracción y, conceptualmente, es una forma de crear un vínculo entre los espíritus y los hombres, conectando lo invisible con el visible. Este afán de ascender al mundo de lo invisible explica la gran presencia de máscaras en sus pinturas, ya que en los rituales religiosos africanos, las máscaras tienen la función de representar lo sobrenatural.

Los personajes que ocupan sus telas, irradiando con su aura y su vibración todo su entorno, tienen diferentes y potentes miradas, como ejemplo de un lenguaje no verbal; son ojos con cruces en X, con puntos, con círculos iridiscentes, en grano de café, con remolinos de luz, como expresión de distintos mensajes. Mirando al espectador y en todas direcciones. Con sus personajes Mederic quiere evocar la vida y la muerte a la vez, porque cree que es la intensidad de la autoconciencia, el carácter definitivo del descubrimiento de sí mismo lo que prepara y posibilita lo "intemporal" de la muerte. Y tiene una visión poética de la vida y de la muerte: "Pequeñas muertes se fragmentan a lo largo de nuestra vida. El mismo abismo se ensancha, el mismo vértigo se horroriza ante la evocación de una y otra El yo y la muerte son espejos gemelos.Retirado el velo, se conocen en una especie de abrazo incestuoso.La destrucción resultante no es necesariamente sólo la muerte física, también es la muerte mental, la alucinación y la locura, una imagen de la muerte espiritual". Es como pensar la muerte, en esta tierra, como un paso a otro plano con un despertar de la conciencia; así que Mederic con su pintura traza un arco que podría ir desde los discos solares de las pinturas rupestres africanas hasta cuestiones más metafísicas, filosóficas y espirituales.

Su pintura está dotada de una interesante carga conceptual y filosófica sobre el mundo invisible; este mundo que, a pesar de estar ahí, no es fácilmente perceptible, así que recurre al arte primitivo como primera representación del hombre y del animal en toda su autenticidad desde el hombre de las cavernas. Estas presencias totémicas –las que aplica con collage– actúan aquí como revisitación de las religiones africanas tradicionales con sus tótems, entes tan mágicos y tan potentes que son capaces de crear vínculos entre animales o plantas y grupos o individuos de un clan. Mederic no deja de ver las dos caras de una misma realidad y estas presencias totémicas en sus cuadros son como parte de los testigos del tiempo, explican la historia consigo mismo; son la representación del espíritu primitivo, un recuerdo de sus ancestros, de las tradiciones, y sus obras están inspiradas en fábulas o poesías africanas, que aportan lo sagrado a su creación contemporánea.

Mederic Turay. Un sueño que no cesa

Su obra es rica en significación porque trata de abordar la complejidad de lo humano a través de nuestra historia evolutiva y cultural; por eso, sus pinturas están pobladas de numerosas referencias humanas con personajes que llevan en sí mismos su historia personal, como la alegría, la tristeza o el amor, emociones y sentimientos comunes, pero vividos de formas diferentes en un mundo que todavía no acabamos de comprender.

Junto al espíritu contemporáneo de su pintura, Mederic tiene muy presente "Alkebulan", como sus antepasados llamaban África, que significa "Jardín del Edén" o "Madre de la humanidad", y reconoce que Alkebulan, como búsqueda del origen de la humanidad, es una fuente eterna de inspiración para él como artista. Hace años estudié las sorprendentes pinturas rupestres de Tassili, en el desierto del Sáhara. Todavía es un misterio cuya civilización podía haberlas pintado hace unos 10.000 años -12.000, según las fuentes-: enigmáticas representaciones humanas, barcas, hipopótamos, rinocerontes, animales que necesitan mucha agua para vivir; es tanta la verosimilitud, que se cree que no hubieran podido pintarlos así si no hubiera sido porque podían verlos allí. África era entonces un paraíso verde, con abundantes ríos y lagos, comparable a la idea que tenemos del Jardín del Edén. Pregunté a Mederic si conoce a Tassili; tampoco las ha visto al natural, pero sí ha visitado las pinturas rupestres en Marruecos, las de Oukaïmeden en Marrakech durante sus instalaciones gigantes en las montañas, que recuerda como una muy agradable experiencia y algo muy inspirador para su trabajo.

Con una mirada retrospectiva, conecto con la filosofía del Romanticismo histórico y con su conciencia del sentimiento humano de fragmentación, que les llevó en busca de la reconciliación de los contrarios, anhelo que se convirtió en uno de los pilares del Surrealismo de André Breton con una indagación incansable y profunda del mundo interior; fue Carl Gustav Jung quien llegó a resolver este conflicto a través del inconsciente colectivo conectándolo también con la física cuántica. Por eso, me atrevería a trazar un puente entre los mapas laberínticos de Mederic, donde se puede percibir un enlace con el inconsciente colectivo a través de estas figuras totémicas y de las fábulas africanas, hasta el Romanticismo histórico, llegando- paso a paso y salvando las distancias.

A petición de Mederic, termino el texto con la cita de un gran escritor y pensador africano, defensor de la tradición oral y conocido como el "sabio de África", Amadou Hampâté Bâ (1900-1991): "En África, cuándo un viejo muere, una biblioteca se quema".

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