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Editorial

Bonart y la Fundación Vila Casas, una historia compartida

Josep Santacreu, col·lecionista i guanyador de les elecciones a la Cambra de Comerç de Barcelona, Eva Calatayud, gestora cultural, Albert Mercadé, Ricard Planas i Antoni Vila Casas a la trobada anual de bonart de 2013. Foto Pere Duran
Bonart y la Fundación Vila Casas, una historia compartida

Hace pocos días se celebró la ceremonia pública de despedida al empresario y filántropo Antoni Vila Casas en Barcelona. Fue una misa sencilla en catalán -que acabó con el canto del Virolai-, sin demasiada gente, ni demasiado larga, como a él le gustaba que fueran las cosas, a la justa medida; esto no quiere decir que no tuviera la relevancia que tuvo, con presidentes de la Generalidad de Cataluña arriba y abajo y artistas y programadores que le despidieron. Se hicieron dos lecturas, una al cuidado de Natàlia Chocarro, una de sus más estrechas colaboradoras -quizás por ese cariño y ese cariño que le tenía no la dejó ser directora de arte de la fundación sino que sólo la quería para él, como asesora de arte del presidente- y Joan Torras, el director general de la fundación y familia de Antoni que, como me reconocía el otro día todo emocionado, le hizo de segundo padre y estuvo allí trabajando catorce años. Quizás la sensación de vacío por estas dos personas -como la de la mujer e hija y otros familiares y amigos- que cada día trabajaban colza a colza en la primera planta de los despachos de Ausiàs March, siempre acaba siendo inmensa. Y es que Antonio era intenso y rellenaba. Era socarrón y pícaro y no paró de ir a visitar exposiciones y programar cosas hasta los últimos días de su vida. También lo controlaba todo hasta el extremo.

Bonart y la Fundación Vila Casas, una historia compartida Vila Casas i Natàlia Chocarro

En 1998 introdujo una línea de arte y patrimonio en las directrices de la fundación, creada mucho antes. Un año después yo sacaba al mercado, con el apoyo de mis padres, la revista bonart con sólo veintiún años. Nos conocimos en medio de exposiciones y actos culturales. Comenzó en Pals con la colección y enseguida todo se embaló, era un hiperactivo y no le daba nada pereza rodear la geografía catalana -parece el consejero de cultura de honor permanente. Recuerdo que vino a Girona a ver los despachos de bonart, con la sede de la revista incluida, que estaban alojados en la antigua casa de la escultura Emília Xargay. Por todo el despacho teníamos obras de Emília Xargay y se enamoró de una de ellas. Lo puse en contacto con mi familia y no se entendieron. Y en otro encuentro me dijo un día, he encontrado uno igual pero más barato. Era negociante por naturaleza, queda claro y hasta el extremo. Nos caímos bien enseguida, yo con mi ingenuidad de juventud, siempre tuve su apoyo en todas las acciones que hicimos y siempre con un trato amistoso y cercano, de vez en cuando regañaba -a quién no- pero con esa educación exquisita que tenía. Tuve la percepción como si estuviera regañando a un familiar. Recuerdo que le hizo especial ilusión cuando me llamaron miembro de la Real Academia de Bellas Artes de Sant Jordi -gracias a la propuesta que presentó el galerista Josep Canals-, de la que él también formaba parte. Durante dos años organizamos una feria de arte en Girona, cuando Cataluña se había quedado huérfano de eventos de estas características -aún no había tren de alta velocidad-, y siempre me dijo adelante. Con mis padres, Narcís y Anna Maria, presidentes de honor de bonarte cultural, también habló durante horas, mientras presentábamos los premios bonarte en el espacio volarte de Barcelona. También recuerdo la curaduría de la exposición por Enric Ansesa en la fundación de Barcelona, un artista con quien también coincidió mucho y que le hacía los montajes de las salas permanentes de las colecciones; lo teníamos de vez en cuando supervisando lo que hacíamos -creo que me vigilaba más a mí que a Enric. Otra persona clave durante muchos años fue Glòria Bosch, que entró por mediación de Arcadi Calzada, miembro de la fundación, y que hizo una tarea espléndida en la dirección de arte haciendo dueto con Natàlia Chocarro, dos grandes mujeres abanderando el equipamiento. Ahora el relevo en la dirección de arte está en manos de Bernat Puigdollers, colaborador de bonartdes de hace más de una década, que me lo presentó el lúcido e inteligente crítico de arte e historiador Albert Mercadé, actual presidente de la Asociación de Críticos de Arte de Cataluña y director de la Fundación Arranz-Bravo.

Bonart y la Fundación Vila Casas, una historia compartida Vila Casas amb els premiats i els editors de bonart durant els premis de 2013 que el grup cultural organitza i que es van fer diverses vegades a la seu de la fundació barcelonina de l'entitat.


Así pues, la verdad es que fue un disfrute de tenerlo cerca en Antoniu, como le decíamos en la intimidad, como lo es ahora tener el amigo y coleccionista Lluís Coromina, con quien también eran amigos y con quienes coincidían en la forma de entender el amor al arte con generosidad y pasión. De hecho, Lluís fue quien le vendió el piso donde tenía los despachos de la fundación en la calle Ausiàs March -nombre del gran poeta de la literatura catalana. Como anécdota, saliendo de la ceremonia Rosa Serra me dijo que tenía sitio reservado a su lado en las filas delante de todo, lo sabía, pero en un ataque de los míos de pasar más discretamente me puse más atrás, mirando con perspectiva el escenario y la iglesia redonda de San Gregorio Taumaturgo, junto al fotógrafo Leopold Samsó, de Enric Pladevall, y detrás en Medina-Campeny, la Udaeta y la Asunción Mateu. Pocas cosas puedo añadir más, sólo que se ha ido un hombre educado, elegante, pasional y que tenía el país en la cabeza, esperamos que la llama continúe.

Bonart y la Fundación Vila Casas, una historia compartida Una de les darreres vegades que vaig coincidir amb l'Antoni -febrer del 2023-, en el reconeixement a palafrugellenc d'honor -fill adoptiu- amb l'artista Eduard Bigas i al costat de Bernat Puigdoller

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