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Opinión

Ser Vaquer

Ser Vaquer
Luz Massot cdmx - 30/06/22

El artista de origen mexicano Ana Segovia no estaba conforme con el rol que su cuerpo femenino le dictaba y desde su infancia soñaba con ser vaquero, ese cowboy-charro, de liturgia tan parecida, dice, al torero matador . Se sentía atraída por los estereotipos del macho mexicano, pero al mismo tiempo le repelía la violencia de sus derivados socioculturales. ¿Cómo conciliar el deseo de ser vaquero con la práctica feminista? Tras estudiar pintura en Chicago, regresó a su país en el 2019.

La práctica de Ana Segovia (Ciudad de México, 1991) se mueve en muchas direcciones. Ha experimentado con la escultura y el vídeo, pero la pintura es su medio predilecto, ya que le permite reinterpretar la historia de la pintura a partir de otros medios como el cine.

“Pocos saben –dice– que el cine modernista en México empezó con Pancho Villa. Los estadounidenses quisieron documentar la Revolución y Pancho Villa vio que en los filmes los revolucionarios salían sin uniformes, por lo que, a cambio de armas y uniformes, llegó incluso a recrear batallas, es decir, uno cine bélico. Mi bisabuelo fue uno de los pioneros del cine sonoro mexicano y esto ha influido en mi pintura, para reinterpretar la historia de la pintura a partir de otros medios, salvar la paradoja de la imagen en movimiento del cine y la imagen estática de la pintura.”

La construcción de la identidad del México revolucionario fue ligada a la idealización del macho. Alguien fuerte, que trabaja la tierra, que no muestra sus sentimientos. Un estereotipo que seguía siendo transmitido de forma inconsciente por medio de las manifestaciones culturales, a pesar de la industrialización del país. Al mismo tiempo que Ana absorbía de forma personal su masculinidad, entraba en conflicto con su propia idea del feminismo y de la teoría queer. Empezó entonces una autoterapia dibujando las figuras del machismo para poder entender los sistemas de representación de una identidad versus la de una individualidad disidente. Y se dio cuenta de que podía utilizar un espacio de empatía en el opresor para conseguir cambiar estos estereotipos. Sátira y desmitificación, pero también ternura.

Cuando retrata estas figuras, trata de dejar los rostros tan ambiguos como puede para aludir a que lo que vemos es la representación de una idea. “Tengo especial ternura para los hombres que sufren dentro del patriarcado. Como persona trans, intentar replicar estos ciclos de violencia en uno mismo es terrible, es un estándar imposible. Siempre se lo digo: no te hagas daño, amate un poco.”

Aparte de Ana Segovia, hay otros artistas mexa que trabajan las nociones tradicionales de la mexicanidad y su relación con el femenino-masculino. Bárbara Sánchez Kane, a través de su marca de diseño de moda, cuestiona la masculinidad hegemónica: la construcción del género bajo la figura del macho sentimental. Otro ejemplo y el referente académico en México sobre teorías feministas y queer es la doctora en historia del arte y estudios de la comunicación Susana Vargas, que navega entre culturas y metodologías que unen América Latina y Norteamérica con teorías anglosajonas de género y sexo, entrelazando feminismos transnacionales, teorías de raza crítica, teorías postcoloniales, teorías queer y trans con relación a los medios y la cultura visual. O también el artista Paloma Contreras, quien mediante el dibujo, la escultura, las performances, la escritura y la instalación multimedia aborda temas de género, violencia y poscolonialismo utilizando el paisaje como testimonio de sus vídeos. Ana Segovia en septiembre colaborará con ManaDragKing –un colectivo de dragkings de la Ciudad de México– para su exposición individual en Karen Uber.

Imagen: Ana Segovia. Huapango Torero, 2020. Óleo sobre lienzo, 233x510 cm. Foto: Odette Peralta.

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