La obra de teatro The Inheritance [La herencia], de Matthew López, habla de distintas generaciones de hombres gays de la ciudad de Nueva York: los de hoy y los de ayer, aquellos que lucharon por sus derechos y contra el sida y su estigmatización. La herencia a la que hace referencia el título es “la de la historia, la comunidad y el yo de cada uno”.
En los últimos meses hemos perdido a dos personas a las que debemos mucho. Montse Guillén vivió el Nueva York de los años ochenta y sufrió la pérdida de muchos de sus amigos. Uno de ellos, Keith Haring, contó con su ayuda para gestionar los permisos y encontrar una ubicación en Barcelona para el mural. Todos juntos podemos parar el sida (1989). Pareja y cómplice de Miralda, Montse Guillén hizo una aportación única con su forma de vincular la innovación culinaria con la creatividad artística. Con Miralda crearon el restaurante El Internacional en Nueva York y el proyecto FoodCultura, una propuesta visionaria que explora las interrelaciones entre cocina, arte y ciencia, y que colecciona, archiva y activa aspectos de las identidades humanas, rituales y tradiciones culinarias. Montse era una persona activa, enérgica, risueña y siempre dispuesta a embarcarse en nuevas aventuras.
Sólo unas semanas después nos dejaba también Antoni Mercader, pionero del arte multimedia en nuestro país y miembro del Grupo de Trabajo, donde coincidió con Muntadas, entre otras. Fue coautor, junto con Eugeni Bonet, del primer libro sobre videoarte publicado en España: En torno al vídeo (1980). Durante un par de años se ocupó de los Lunes de Vídeo en La Virreina, programando cintas representativas de la evolución del medio. Tuvo un papel clave en la definición de la Mediateca de la Caixa, dirigida por Carme Garrido, concebida como un gran archivo accesible que ponía el foco en el uso social de los nuevos medios. Pero, sobre todo, Antoni Mercader era una persona generosa que compartía su experiencia y sus conocimientos mientras tejía puentes entre generaciones de artistas, críticos y comisarios.
Con Montse Guillén y Antoni Mercader tenemos una deuda inmensa las generaciones que hemos llegado después, y también las que han venido —y vendrán— detrás de nosotros. Por ellos, por Montse y Antoni, nos queda un sentimiento profundo de cariño, de homenaje y, sobre todo, de gratitud.